Sus ceñidos vestidos de seda dibujaban la voluptuosa figura de una madurez esplédida.Sus miradas y su complaciente sonrisa,cuando nos cruzabamos en la escalera del edificio llegaban a ser tan intensas y tiernas,que me obligaban a desviar la vista,aunque ello no era óbice para admirar sus andares y el movimiento sensual de sus opulentas caderas. Tendria unos 50 años y vivia sola en el apartamento desde que falleció su marido,no logrando tener hijos. Aquella tarde de verano subia a mi apartamento, situado en el piso superior al de mi vecina, y observé ,al pasar por delante de él,que se e Daha fazlasını okun