De machote a cornudo

Quiero compartir mi experiencia porque ahora puedo comprender que ser cornudo puede ser placentero. Me casé con una chica de increíbles ojos y culito redondo, una chica normal con un algo que atrae mucho a los chicos. Por suerte, yo siempre he sido liberal y poco celoso. Nuestra vida sexual era sosa ya que ella es muy tradicional y le costaba probar cosas nuevas. Después de 10 años de matrimonio, ella empezó a evitar nuestras relaciones que ya eran escasas. Cuando le proponía algo me respondía:

-¡Qué pesado! ¡Hazte una paja!

Me di cuenta que se compraba mucha ropa sexy y tanguitas (que no se ponía para salir conmigo) y que usaba mi máquina cortapelos (y no podía ser para otra cosa que depilarse el pubis) con el baño cerrado. Aprovechaba un día a la semana para ir de compras y me dejaba al cargo de los niños.

Llegó el verano y salía a tomar el sol a la terraza y se ponía desnuda, una costumbre que le enseñé. Me quedé mirando su culito redondo y tuve una erección pero, cuando se dio la vuelta, se cortó de raíz, llevaba el pubis perfectamente depilado, algo que yo le pedía pero no solía hacer. Estaba claro que no era para mí porque llevábamos 6 meses sin relaciones. Ya tenía claro que andaba con otro y los celos aparecieron. Se lo expuse una vez y me dijo que eran invenciones mías. La segunda vez, dos meses después, me dijo que era mentira y que la dejara vivir. Pero los celos me consumían, así que un día, tras verla hablar por el móvil con la sonrisa tonta que tenía conmigo cuando empezamos, no pude seguir y se lo volví a decir.

- María, me estás poniendo los cuernos.
– ¡Joder, qué pesado!
– Estoy seguro, explícame tu ropa nueva y tu coño depilado.
– Me gusta sentirme bien.
– Esas cosas sólo se hacen para enseñárselas a alguien y no es a mí.
– Si estás salido hazte una paja y te relajas.
– Ya llevo 6 meses haciéndome pajas porque me rehuyes. Nunca has sido tan fría. No puedo creer que nunca tengas ganas. ¿Ya no eres mujer?
– Pues claro que soy mujer y me pica el coño (se estaba enfadando, tiene muy mal pronto)
– ¿Y no me pides que te de gusto?
– Me hago un dedito rápido y ya está, las mujeres no somos tan salidas como vosotros.
– ¿Y te depilas para hacerte deditos? Le grité, y cuando parecía que ella iba a pegarme, un grito se bajó y dijo:
– Mira Luis, pues sí. Te estoy poniendo los cuernos, los tienes así de grandes. Jaja.
– ¿Quién es?
– El último es Tomás

Aunque esperaba este momento, me quedé petrificado y sólo supe decirle:

– Pero María, yo te quiero mucho, eres mi vida.
– Y yo no puedo follar contigo, me repeles. Así que a partir de ahora me vas a dejar darme gusto fuera de casa, porque aquí no lo encuentro. Para lo demás seremos una pareja normal.

Me miró a los ojos y no supe decir nada. Ella salió y yo pasé varios días consternado. Por las noches tocaba su cadera y ella me retiraba la mano. Mi papel de macho duro estaba hecho añicos. A partir de entonces todo se aceleró. El sábado me dijo que salía por la noche y me miró con cara de superioridad y de placer cuando vio la mía de sufrimiento. Se fue al baño a arreglarse pero dejó la puerta abierta. Se desnudó, se duchó y cuando estaba depilándose el pubis me llamó:

– ¿Me ha quedado bien?
– Pero...
– ¿Me ha quedado bien o no?
– Sí... está muy limpio.

Ya tenía una erección que podía notarse bajo los pantalones.

– Acércate, me ordenó.
– Ya veo que te ha gustado mucho, (me dijo mientras ponía su mano en mi paquete), pero este ya no lo catarás jamás.

Se fue vistiendo delante mío con sujetador con mucho relleno (ella no tiene casi pechos), una blusa, un tanguita (que ralentizó movimientos para ponerme más salido), una minifalda y unas botas. Me dolía la polla de la erección y el corazón por los celos, pero la erección seguía. Al marchar seguía mi erección, me dio un beso mecánico en los labios y me dijo:

– Ves como te gusta ser cornudín.

No dormí hasta que volvió 5 horas después. Suplicante le dije que volvía muy tarde, que no habría hecho nada malo.

– Claro que no, lo he pasado muy bien, tanto que he perdido el tanga.

Salieron lágrimas de mis ojos.

– No seas nenaza, hemos hecho lo normal.
– Joder ¿qué es lo normal?
– ¡Ostia! Unos bailes, unos magreos, una comida de polla, otra de coño y después me he sentado encima de su polla, en el coche no hay mucho sitio.
– Pero... dije tontamente, ¿se habrá puesto preservativo?
– Mira que eres tonto, si eso te preocupa te diré que no, que quiero disfrutar bien del sexo y me he puesto el DIU.

Más noches sin dormir. Los celos me mataban pero verme sin ella me destrozaba aún más. Así que seguí tragando. Así fue saliendo más veces. Yo la llamaba a su móvil varias veces cada noche, pero nunca lo cogía. Una noche, sin embargo, sí lo hizo a la segunda o tercera llamada.

– Hola cornudín, ¿qué pasa? (hablaba con el manos libres)
– ¿Cuando vuelves? Dije mientras podía escuchar perfectamente jadeos masculinos. Tardó en
responder unos segundos. Sorbió y dijo:
– Me pillas en lo mejor, enseguida acabo.
– ¿En lo mejor? ¿Qué es lo mejor?

Otro silencio mientras seguían los jadeos, también los de ella. Sonidos líquidos.

– Ya te lo cuenta él que si no no acabo.
– ¿Él?... ¿Qué es lo mejor?
– La mamada que me está haciendo cornudín. Calla un poco y escucha que estoy a punto.
– Pe... pero...

Quedé mudo y pude escuchar los jadeos de ambos, cada vez más fuertes, cada vez más rápidos y tras unos minutos que me parecieron horas él chilló.

- Ah, ah, ahhh... ¡Qué gusto! ¡Qué bien la comes María! Sigue Ah, ah, ahhh.

Un minuto después María dijo:

– ¡Pero qué rica, cabrón! ¡Cuánta leche me has dado hoy!
– ¿Te ha gustado?
– Siiii. ¡Qué rica y cuánta! ¡Qué polla más dura tenías hoy!
– Pero... ¿qué ha pasado? dije yo.
– Qué va a pasar, cornudín, que se ha corrido en mi boca.
– ¿En tu boca? ¿Dentro?
– Pues claro, donde se merece un macho como éste.
– Pero... si no te gusta...
– ¿Que no? No me gusta la tuya, la de cornudo. La de Tomás es tan sabrosa que me la trago toda.
– ¿Toda?

Como todas las noches, y esta con más motivo, yo la recibí despierto y lloroso. Ella me respondía:

– ¡Pero tonto, disfruta, ¡hazte buenas pajas! ¡Confiesa que te has puesto cachondo escuchando! ¿No te hace feliz saber que yo soy feliz?

No pude negarlo, había tenido una erección enorme apenas un instante.

– Ves tonto, tus cuernos te hacen feliz, pero no sabes disfrutar de ellos. A partir de ahora cuando vuelva de estar con mi hombre deberás pajearte para demostrarme que te ha gustado.
– ¿Por qué has cogido el teléfono en ese momento?
– Porque ya me he cansado. A partir de ahora, cuando salga, sólo podré llamar yo.

Ya no podía sentir más dolor. Fui acostumbrándome porque no podía perderla. Dormía algo mejor, pero nunca cuando ella salía. Primero porque no podía, pensando a donde iba y segundo porque me lo prohibió explícitamente. Debía permanecer despierto para recibir sus comunicados, a los que debía responder inmediatamente. Alguna vez más me llamó en mitad de una mamada, un cunnilingus o una follada que él o ella me relataban a veces por si no entendía lo que estaban haciendo.

Empleaban el vocabulario que me merecía cada vez: “cornudo” “mariquita” “mamporrero” “llorón”. Comenzó a enviarme fotos de penes duros, después penes entre sus labios (yo los conozco muy bien), alguna vez con el semen chorreando y, al final, de penetraciones. Yo debía responderle inmediatamente con expresiones de ánimo como “cómetela”, “saboréalo” “cómo me gusta” o “muchas gracias”. Una de las veces llegó una hora antes de lo acostumbrado. Venía enfadada.

– ¡Joder! ¡Me ha dejado a medias!
– ¿Quién, Tomás? ¿No era un buen follador?
– No, Juanjo, un chico joven. Tomás tiene jaleos con su mujer y lo hemos dejado una temporada. ¡Vaya niñato! Está muy bueno pero me ha dejado más caliente que una perra en celo. ¡Joder, qué calentura! Decía mientras se tocaba el pubis. Se introdujo un dedo y al sacarlo dijo:
– Ves que caliente estoy.

Acercó el dedo a mi cara y supuso mi erección. Con cara de dominio introdujo el dedo en mi boca.

– Hoy te vas a pajear delante de mí para que vea cómo te gusta que te ponga los cuernos y lo vas a hacer mientras me comes el coño, que recuerdo que lo hacías bien, cornudo.

Se sentó sobre la tapa del inodoro, se levantó la falda y no tenía bragas. Esta era una fantasía que yo le pedí muchas veces y siempre me negó llamándome guarro y pervertido. ¡Come cornudín! Realmente estaba muy mojada. Comencé muy rápido por mi propia excitación. Me separó la cara, me dio una torta y me dijo que más despacio y volvió a hundir mi cabeza en su entrepierna. Llevaba varios minutos comiéndole y hartándome de flujos. Ya no recordaba su sabor o aquél no era el de antaño.

– Estás muy lubricada, le dije.
– ¡Calla y sigue comiendo! Hay más cosas que mi flujo.
– ¿Cómo?
– ¡COME! Que te voy contando: Juanjo es un amigo de Tomás. Joven, buen cuerpo, pero inexperto. Tiene un rabo considerable que he estado lamiendo 15 minutos. Eso me ha puesto cachonda. Pero me la ha metido y se ha corrido en 5 segundos y, claro, al tener la leche dentro del coño, no ha querido seguir y me he quedado más cachonda que cuando salí. Según decía esto sujetó fuerte mi cabeza para que no la separara de su coño.

– ¡COME! Y pajéate mientras, disfruta de tus cuernos con sabor a semen. ¡COME!

Tuvo un buen orgasmo, posterior al mío, pues me corrí en tres meneos de mi polla, lo que la puso muy contenta.

– Aún sigues teniendo arte para chupar pero fíjate, has comido antes semen que polla. Habrá que remediarlo.

Al día siguiente me dio una bolsa y me dijo que me vistiera con lo que había dentro. Cuando me desnudé y abrí la bolsa sólo encontré unas medias negras, un sujetador y un tanga. Le dije que se había equivocado, que no había ropa para mí.

– ¡No me toques los cojones! ¡Póntela ya!
– Ves que bien te queda, ponte aquí a la luz.

Tenía el móvil en la mano y me hizo varias fotos en diversas posturas, todas ridículas.

– ¿Por qué haces fotos?
– Ya lo verás cornudín, no seas impaciente. Que ahora viene lo mejor.

De otra bolsa sacó una caja y de ella un consolador más grande que mi polla, que no es pequeña. Empezó a lamerlo y a simular una paja.

– Esto es lo que suelo hacer a mis machos, cornudo.

Me empalmé al instante.

– Túmbate en la cama y menéatela mariquita.

Se acercó, me subió las piernas y empezó a escupir sobre la polla de plástico.

– ¿Qué vas a hacer?
– ¡Calla cornudín! Hoy te voy a hacer más feliz, además de cornudo, vas a ser maricón.
– Pero no...no quiero...
– ¿Quieres que me vaya de casa? Dijo, mientras acercaba el juguete a mi año.
– No... pero no me cabe y sin lubricar
– A ver, cornudo, si me han cabido a mí con lo estrecha que era, te caben a ti también. Y poniendo cara perversa apretó con fuerza sobre mi ano.
– No te resistas tonto, que duele más así. Te lo digo por experiencia.

Enseguida comprendí que era inevitable y relajé el esfínter al tiempo que pensaba en quién la habría desvirgado el culo, porque a mí nunca me dejó. Sentí un dolor intenso, resoplé, supliqué que lo sacara, lloré. Aguantó ella mis esfuerzos por liberarme y al rato el dolor se fue diluyendo. Entonces sacó el móvil. Intente moverme hacia un lado para evitar las fotos, pero ella me cogió la cara, me dio dos bofetones y me ordenó que estuviera quieto y sujetara el consolador con la mano. Realizó varias fotos más.

– A partir de hoy seré tu ama y así me llamarás. He mandado las fotos a Tomás que las publicará si tú no eres obediente. Perderás trabajo y amistades. A nadie le gustan los cornudos maricones y afeminados. Yo no prestaba atención a lo que decía porque, a pesar del dolor pasado, me estaba corriendo como un cerdo.
– ¡CERDO, no desperdicies comida! Te ordeno que la recojas en su vaso y te la tomes después. Debes ir acostumbrándote a la leche de macho. Y lo mismo te digo del consolador, acostumbra tu ano a las pollas reales, que las vas a probar.

Después de aquel día nuestras experiencias sexuales se aceleraron más aún. Mi papel de macho, había pasado a ser primero de cornudo y después de cornudo sumiso. Y lo peor de todo es que comenzaba a disfrutar de esta situación. Mis pajas eran brutales. María me contaba con pelos y señales los nombres de los propietarios de las pollas que salían en las fotos y lo que hacía con cada uno. Después me ordenaba retirarme y cascármela a escondidas. Algunas veces me ordena comerle el coño después de alguna de sus sesiones, si se queda a medias, pero siempre con semen dentro y me dice de quien es. Pero una Ama que se precie debe humillar a su cornudo y sólo puede hacerlo si está presente el corneador.

Un día me llamó por teléfono y me dijo que dejara esa noche a los niños con los abuelos y que la esperara en la habitación con las medias, el sujetador y el tanga, lo que ella llamaba mi uniforme de trabajo. Y que pusiera un vaso en la mesita. Cuando llegó me metió dentro del armario empotrado y me ordenó no hacer ruido ni m*****ar. Dejó una pequeña abertura para que respirara. A los dos minutos entró con alguien en casa y en la habitación, era voz de hombre. Se situó junto al armario donde yo podía verlos y empezaron a besarse y meterse mano.

– ¡Qué ganas tenía de follar en mi cama contigo! Es la manera más humillante de poner los cuernos a mi marido.
– ¿Más humillante que follarte a la mitad de los amigos suyos?
– Sí, porque este es aún su territorio y se lo vamos a arrebatar, ya no le quedará nada, ni su aroma en la cama.

Entonces se agachó, le desabrochó el cinturón y le bajó los pantalones. Le sobaba la polla por encima de los calzoncillos, que ya abultaban bastante.

– ¡Qué ganas tengo de comerme este rabo!
– Pues empieza zorra, ¿no querías agrandar los cuernos de tu marido?
– Si no le caben en casa ya, pobre cornudín.

Le bajó los calzoncillos y empezó a lamerle el capullo. Desde dónde yo estaba podía intuirlo a contraluz de la penumbra, pues la luz de la mesilla iluminaba escasamente la noche. Ella jadeaba ya, mientras lamía también los testículos.

– ¡Muy bien, María! ¡Eres una experta! ¡Lo que has aprendido en estos 4 años! ¿Te lo ha enseñado Tomás, Alfredo o Carlos?
– Y Pedro, Juan, el vecino de al lado y tú también Mariano, menudo cabrón estas hecho.

Me quedé helado, aunque seguía empalmado. Hacía dos años que yo había descubierto mis cuernos pero ahora entendía que mis cuernos pesaban mucho más. Yo respiraba despacio para no hacer ruido y me acercaba a la ranura para ver mejor lo que pasaba. María tenía agarrado a Mariano de las piernas y se metía su polla en la boca todo lo que podía. ¡Qué puta! A mi no me lo hacía. Estuvo así varios minutos. Ella jadeaba más alto que Tomás y eso que tenía la polla tapándole la boca.

– Ayúdame, le dijo a Tomás mientras le dirigía sus manos a la cabeza.

Ella hizo un movimiento lento de ir introduciendo la polla en la boca y cuando parecía que había hecho tope, los dos empujaron y la polla le entró hasta el final. María la sacó rápidamente con arcadas y tos.

– ¿Tu primera garganta profunda?
– Sí, pero quiero ser una experta. ¡Venga, otra vez!

Volvieron a repetir en varias ocasiones y en todas la polla desaparecía completa de mi vista dentro de la boca de Maria. Ella lo pasaba mal, pero seguía gimiendo.

– Ya vale, ¡métemela ya!
– Estás más puta que de costumbre ¿qué te pasa hoy?
– ¡Me encanta poner los cuernos en mi cama!

Mi ama se puso a cuatro patas de perfil para que pudiera verlo perfectamente ¡menuda cabrona! y Mariano le introdujo la polla de golpe. Ama chillaba como una posesa. Estuvieron mucho rato dándole y yo tenía unas ganas terribles de pajearme, pero lo tenía prohibido.

– ¡Ostias! ¡Tú si que eres un macho! ¡Qué gusto, no pares cabrón!
– ¡Toma, zorra! ¡Bien de polla y bien de cuernos!
– ¡Métela por el culo!

La sacó babeante, escupió en el ano de María dos veces y empezó a meterla lentamente. María sólo decía Uff, uff. Cuando estaba a la mitad le dijo que la metiera entera ya. Así lo hizo arrancando un grito de María, que le conminó a follarle el culo mientras le decía que unos cuernos sin enculada no son cuernos. Los cornudos ceden el derecho sobre todos los agujeros de la esposa.

– Cuando te vayas a correr me avisas.
– ¿La quieres en la boca como otras veces, eh, cerda?
– No, hoy te voy a exprimir y se la voy a dar a beber al cornudo, por maricón.

María se corrió entre gritos y jadeos.

– Pero qué cabrona eres... Ya me voy...

María cogió rápidamente el vaso y se sentó al borde de la cama, agarró su polla y la pajeó hasta que escupió dentro del vaso unos buenos chorros de semen. Después besó la polla y le pasó la lengua. Se levantó y llevó a Mariano al baño. Volvió, me sacó del armario y me exigió que le diera las gracias por el buen rato que me había hecho pasar. Me llevó a la habitación de los niños, sacó el móvil y empezó a grabar el interior del vaso y me ordenó beberlo todo y así lo hice mientras grababa.

– Se lo enseñaré a mis amigos para que vean lo maricón que eres, a ver si alguno se anima a romperte al culo de una vez. Ahora te pajeas y vuelves a llenar el vaso. Cuando lo hagas me mandas un mensaje que vendré a ver cómo te lo bebes. Hoy dormirás aquí porque yo dormiré con mi macho en tu cama, cornudín.

Como no podía ser de otra manera el día en que probara un hombre tenía que llegar. Mientras, fue enviándome más fotos, más videos, algunas llamadas cuando conocía hombres nuevos o algunas experiencias con varios hombres. A veces me traía condones usados y llenos de semen que eran mi premio, decía. Ocurría cuando no conocía al macho. Incluso introdujo el arnés para follarme ella a mí, grabarlo y enviárselo a sus amigos. Lo hacía pocas veces porque le repugnaba el contacto físico conmigo. De hecho, ha empezado a dormir noches fuera con alguno de sus machos, cuando no están sus mujeres. Los solteros no le gustan, porque dice que siempre piden más.

Otro día que ordenó dejar a los niños en casa de los abuelos y que me pusiera mi uniforme esperando en la habitación. Apareció con un amigo.

– Carlos, este es el cornudo.
– Encantado maricón, hoy vas a comer polla hasta aburrirte.
– Ponte de rodillas al borde de la cama, que vas a ver lo que es un macho.

Como otras veces, se besaron y magrearon, María se bajó a comer polla un buen rato, comiéndosela entera en varias ocasiones. Se notaba que ya tenía experiencia.

– Cornudo, ven aquí que ahora te toca a ti.

Me puse frente al falo de Carlos, grande.

– ¡Abre la boca, coño! ¡pásale la lengua!
– Comencé con la lengua por el glande, por el tronco y por los huevos como había visto que hacía María. Después me introduje el glande en la boca. La sensación me gustaba. Introduje algún centímetro más de polla hasta que noté arcadas. La saqué.
– ¿Qué pasa maricón, no sabes tragar un rabo entero? ¡Venga sigue!

Volví a hacer lo mismo, lamer y después tragar hasta donde podía. Comencé movimiento de vaivén, lento al principio, después más rápido. Carlos jadeó.

– No la chupa mal este maricón, habrá que hacerle más visitas.

Seguí chupando hasta que Ama me ordenó tragarla entera. Lo intenté pero no podía hasta que Ama me sujetó la cabeza y Carlos me la incrustó toda de un empujón. Yo quería vomitar, pero ambos me sujetaban la cabeza y no podía sacarme la polla de la boca. Cuando la pude sacar no recuerdo si llegué a vomitar. Sin tiempo a rehacerme me ordenó ponerme a cuatro patas sobre la cama.

– ¿Seguiste mis órdenes y te has ido dilatando el ano?
– Sí, Ama
– Mejor para ti.

María le chupó el rabo un poco, le escupió y le animó a que me la metiera. Carlos fue poco delicado y me la metió de un empujón. A pesar de tenerlo dilatado me dolió y me folló con brutalidad mientras me daba cachetes en el culo. Ama se animó y empezó también ella, primero en el culo, después en el cuerpo y, finalmente, en la cara. Ama había elegido bien, un macho incansable que estuvo dentro de mi culo sin parar durante 15 minutos mientras Ama le animaba y a mí me decía lo maricón que era, que ya lo sospechaba desde el principio y que no sabía cómo se había fijado en mí.

Como era de esperar, después de dejarme el culo bien escocido, la sacó, me ordenó ponerme de rodillas y abrir la boca, y escupió su semen en mi boca y cara. Ama fue recogiendo con su dedo los goterones de mi cara e introduciéndoles en mi boca.

– Ya puedes tragar. Ahora vete a la habitación de los niños, te la cascas en el vaso, como ya sabes y vienes aquí a tomártela delante de mi macho. Hoy se queda a dormir.

Como podéis imaginar, esta situación se ha repetido muchas veces y con machos diferentes (a veces varios). Todos son del barrio y cuando salgo a comprar (Ama me ordena ir por sus calles) me los encuentro y tengo que bajar la mirada porque todos saben lo cornudo y maricón que soy.

Me acaba de ordenar que sea yo quien le busque nuevos corneadores, pero tienen que ser machos conocidos, entre los pocos que quedan. Pero yo soy muy feliz, porque ahora disfruto mi sexualidad como nunca lo había hecho antes... Email.



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Publicat de lujuria69
7 ani în urmă
Comentarii
1
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ELCUCOATENTO
Un relato estupendo y super morboso.
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