La sorpresa
Llevaba sin correrme 21 días. Tres semanas justas desde mi última experiencia, esa en la que conseguí meterme por primera vez el tapón anal de 4 cm de diámetro.
El ajetreo de estos días y el estar permanentemente acompañado habían impedido encontrar una ocasión para intentar repetir aquel logro. No fue hasta hace unos días que, por fin, me dejaron solo; no sería un paréntesis extenso, ya que calculaba que apenas tendría hora y media.
No hace falta que os diga que en el mismo instante en el que me quedé a solas se activó una cuenta atrás en la que lo único que me preocupaba era darle gusto a mi culo.
Rápidamente, me puse unos vídeos sissies, saqué mi caja con juguetes de su escondite y tanteé el estado de mi recto. No estaba perfecto, pero si suficientemente bien como para recibir mis dedos. No encontraron ninguna resistencia. El ansia acumulada fue la mejor llave.
Tardé poco en pasar al buttplug mediano, que tampoco supuso mucho esfuerzo. Enseguida el dildo. Mi culo estaba hambriento. En ese desenfreno las ideas se atropellaban; alternaba entre los juguetes y mis dedos, que separaba para forzar el esfínter. Sí tenía claro mi objetivo: Probar a engullir de nuevo el buttplug grande, con sus deliciosos 4 cm de diámetro. El reto no es solo por sus dimensiones -que alguno encontrará ridículas- sino también por su material, una goma sedosa y agradable al tacto, pero que parece absorber el lubricante y que, incluso bien untado, desliza mucho menos que el metal.
Tuve que insistir con los dedos tras un primer intento fallido. Más y más estiramientos, con más saliva y gel, más intensidad y más estrés con cada minuto consumido sin tener esa bola ovalada dentro de mí.
Un punto de dolor fue la señal de que finalmente había entrado. Había vuelto a grabarlo en vídeo porque quería recrearme en esos momentos en los que entraba y salía lentamente de mi ojete encendido e hinchado.
Vencida la resistencia inicial, todo se volvió más fácil. Me llenaba y vaciaba con rapidez. Me encantaba. Me introduje los dedos para palpar la suavidad increíble de mi interior. Al sacarlos, noté como el esfínter se quedaba abierto. Mi culo se había rendido. Qué fantástica sensación.
Me puse en bucle el vídeo que acababa de grabar para seguir follándome con los dedos y el dildo. Entonces, de casualidad, llegó el momento: Estando de rodillas y con el culo pegado a los tobillos, aproximé el pecho al suelo formando un ángulo que hizo que mis dedos contactasen con mi próstata como nunca. Sentí placer físico, más allá de la sugestión mental producto de la lujuria. Supe enseguida que ese era el punto, el que necesita estimular para alcanzar un orgasmo ¿Sería posible? Continué insistiendo lo que me provocó jadeos y sensaciones más intensas. Las mejores que he tenido nunca con mi culo. Notaba que me acercaba, lo que aumentaba mi excitación. Hubo un momento en el que vi unas gotas de líquido preseminal asomando por mi flácida e ignorada polla. No me lo creía, estaba alucinando.
Gozaba, me acercaba al clímax, pero no lo lograba. El tiempo que había pasado, que excedía el prudencial, junto con el ruido del ascensor, me obligaron a terminar bruscamente la sesión. Lo escondí todo tan rápido como pude, aunque resultó ser una falsa alarma. El susto fue suficiente para poner fin a la mejor experiencia que he tenido hasta ahora.
Terminé de recoger, limpiar y guardar todo para evitar problemas. Solo me quedé con el tapón metálico puesto. Me acompañó durante la ducha posterior y mientras almorzaba. Salió reluciente y caliente.
Pasada la euforia por haberme acercado al orgasmo anal, me di cuenta de la ausencia de mi polla en todos estos juegos. Apenas la toqué, no tuvo ni un atisbo de erección y, claro, tampoco eyaculé. Eso antes era impensable para mí.
Así que sigo acumulando semen, casi 4 semanas. Posiblemente, lo reserve para un nuevo juguete que está por llegar y del que tendréis, por supuesto, un nuevo relato.
El ajetreo de estos días y el estar permanentemente acompañado habían impedido encontrar una ocasión para intentar repetir aquel logro. No fue hasta hace unos días que, por fin, me dejaron solo; no sería un paréntesis extenso, ya que calculaba que apenas tendría hora y media.
No hace falta que os diga que en el mismo instante en el que me quedé a solas se activó una cuenta atrás en la que lo único que me preocupaba era darle gusto a mi culo.
Rápidamente, me puse unos vídeos sissies, saqué mi caja con juguetes de su escondite y tanteé el estado de mi recto. No estaba perfecto, pero si suficientemente bien como para recibir mis dedos. No encontraron ninguna resistencia. El ansia acumulada fue la mejor llave.
Tardé poco en pasar al buttplug mediano, que tampoco supuso mucho esfuerzo. Enseguida el dildo. Mi culo estaba hambriento. En ese desenfreno las ideas se atropellaban; alternaba entre los juguetes y mis dedos, que separaba para forzar el esfínter. Sí tenía claro mi objetivo: Probar a engullir de nuevo el buttplug grande, con sus deliciosos 4 cm de diámetro. El reto no es solo por sus dimensiones -que alguno encontrará ridículas- sino también por su material, una goma sedosa y agradable al tacto, pero que parece absorber el lubricante y que, incluso bien untado, desliza mucho menos que el metal.
Tuve que insistir con los dedos tras un primer intento fallido. Más y más estiramientos, con más saliva y gel, más intensidad y más estrés con cada minuto consumido sin tener esa bola ovalada dentro de mí.
Un punto de dolor fue la señal de que finalmente había entrado. Había vuelto a grabarlo en vídeo porque quería recrearme en esos momentos en los que entraba y salía lentamente de mi ojete encendido e hinchado.
Vencida la resistencia inicial, todo se volvió más fácil. Me llenaba y vaciaba con rapidez. Me encantaba. Me introduje los dedos para palpar la suavidad increíble de mi interior. Al sacarlos, noté como el esfínter se quedaba abierto. Mi culo se había rendido. Qué fantástica sensación.
Me puse en bucle el vídeo que acababa de grabar para seguir follándome con los dedos y el dildo. Entonces, de casualidad, llegó el momento: Estando de rodillas y con el culo pegado a los tobillos, aproximé el pecho al suelo formando un ángulo que hizo que mis dedos contactasen con mi próstata como nunca. Sentí placer físico, más allá de la sugestión mental producto de la lujuria. Supe enseguida que ese era el punto, el que necesita estimular para alcanzar un orgasmo ¿Sería posible? Continué insistiendo lo que me provocó jadeos y sensaciones más intensas. Las mejores que he tenido nunca con mi culo. Notaba que me acercaba, lo que aumentaba mi excitación. Hubo un momento en el que vi unas gotas de líquido preseminal asomando por mi flácida e ignorada polla. No me lo creía, estaba alucinando.
Gozaba, me acercaba al clímax, pero no lo lograba. El tiempo que había pasado, que excedía el prudencial, junto con el ruido del ascensor, me obligaron a terminar bruscamente la sesión. Lo escondí todo tan rápido como pude, aunque resultó ser una falsa alarma. El susto fue suficiente para poner fin a la mejor experiencia que he tenido hasta ahora.
Terminé de recoger, limpiar y guardar todo para evitar problemas. Solo me quedé con el tapón metálico puesto. Me acompañó durante la ducha posterior y mientras almorzaba. Salió reluciente y caliente.
Pasada la euforia por haberme acercado al orgasmo anal, me di cuenta de la ausencia de mi polla en todos estos juegos. Apenas la toqué, no tuvo ni un atisbo de erección y, claro, tampoco eyaculé. Eso antes era impensable para mí.
Así que sigo acumulando semen, casi 4 semanas. Posiblemente, lo reserve para un nuevo juguete que está por llegar y del que tendréis, por supuesto, un nuevo relato.
1 an în urmă