UNA GANGA DE PISO, PERO CON SORPRESA: UN BURDEL

Al casarnos residíamos en un piso de alquiler y justo unas cuantas semanas antes de nuestro aniversario de boda en una agencia inmobiliaria vimos una oferta increíble de un piso a la venta totalmente amueblado y equipado, que, por las fotos del cartel anunciador, nos pareció ideal para nosotros. Sin dudarlo entramos y acabamos comprando el piso chollo. La agencia lo puso tan barato porque los potenciales compradores se echaban para atrás cuando se enteraban de que en el edificio funcionaba una casa de putas y querían sacárselo de encima fuera como fuera. La inmobiliaria obró de mala fe con nosotros y se olvidó mencionarnos lo del burdel.

A la gente no le gusta que en su edificio haya un lupanar, así que los propietarios de nuestro edificio vendieron sus viviendas y se marcharon por causa del burdel.

El edificio tiene locales comerciales en los bajos, que no se usan, y nueve viviendas, tres por planta. En la planta primera, los tres pisos los ocupan seis putas del burdel con sus maridos o novios. En la segunda planta, los tres pisos están comunicados y se usan como burdel, con unas cuatro habitaciones cada uno de ellos, de las que dos son mazmorras BDSM. En la tercera, uno es donde residimos nosotros, otro es donde vive el proxeneta dueño del burdel con “su novia” y en la tercera vivienda se alojan dos putas más, una con novio y otra soltera. Los pisos donde residen las putas fueron alquilados por la inmobiliaria al proxeneta, quien a su vez los tiene realquilados a las putas que trabajan en su burdel.

El día a día era muy difícil, porque no sabías qué te ibas a encontrar en el portal ni en la escalera ni en el ascensor. Son 24 horas las que funciona el burdel. Había un continuo trajín de clientes entrando y saliendo, las putas deambulaban por el edificio semidesnudas e incluso desnudas al salir de sus casas para ir a trabajar al burdel. Además, el burdel no tenía timbre, para no interrumpir ni interferir los servicios sexuales que allí prestan, por lo que su modus operandi consistía en dejar cerrada la puerta del portal solo con el pestillo resbalón, de modo que los clientes solo tenían que empujar la puerta para entrar al edificio y subir a la segunda planta. Y los tres pisos comunicados interiormente que conformaban el burdel tenían una única entrada abierta de par en par, invitando a entrar.

En más de una ocasión los clientes, en el portal o por la escalera, le habían preguntado el precio de sus servicios a mi esposa, confundiéndola con una puta del burdel, lo que hacía que se ruborizara, escandalizara, asustara y corriera para entrar en casa.

Al no poder vender el piso, por no encontrar comprador, te resignas a tu suerte y con el tiempo te vas acostumbrando a lo que pasa en tu edificio y lo normalizas. Te acostumbras a coincidir en el portal o rellanos de la escalera con los clientes, las putas y el proxeneta. Ya no te asombra ver como las putas salen casi desnudas o desnudas de sus casas despidiéndose de sus maridos o novios para ir al burdel. Ya no te asombra pasar por la puerta del burdel y dirigir la mirada a su interior y ver a las putas alternando con los clientes en el salón que hace las veces de recibidor y bar.

A las dos semanas de residir en el edificio, mi esposa ya no se escandalizaba por lo que veía en el portal y en los rellanos de la escalera, por que le preguntaran precio por sus servicios o que la dijeran piropos groseros y machistas. Es más, en vez de coger el ascensor para subir a la tercera planta, la nuestra, subía por las escaleras porque la curiosidad le podía y no podía resistirse a echar una miradita al interior del burdel. En todo ese tiempo, en varias ocasiones, al coincidir con el proxeneta en la escalera o ascensor, este le había propuesto trabajar para él. Ella no me dijo nada de las proposiciones por temor a que me enfrentara con el proxeneta y llegáramos a las manos.

A mi esposa, en pocos días empezó a picarle el gusanillo de la curiosidad. En la cama yo la notaba más cachonda de lo habitual y andaba todo el día más caliente que el pico de una plancha.

Cuatro días antes de nuestro primer aniversario de boda, estábamos con las hormonas disparadas y follando tres y cuatro veces al día y vimos en la televisión un documental donde se hablaba sobre la vida de las trabajadoras sexuales, mostrando el fenómeno desde diferentes perspectivas. Las entrevistas sugerían que para algunas de ellas el trabajo representaba dinero rápido y fácil, mientras que para otras aquello, ante la falta de otro tipo de oportunidades, era su única manera de subsistir. Por lo bien que se realizó el programa y las imágenes sugerentes que se mostraron, empezamos a hablar mi esposa y yo sobre el tema.

¿Tú me dejarías ejercer de puta?, de repente me soltó mi mujer. ¿Tú aguantarías estar con 9 y hasta 12 hombres en un turno de trabajo, como mencionaron ahí?, le pregunté. Debe ser un tanto pesado, respondió ella. Así, sin más, comenté, ¿solo un tanto pesado?. ¿O sea que estar con menos de ese número sería más tolerable?. Es que yo no veo que el contacto sexual en sí sea lo difícil, me respondió. Explícate, le pedí. Creo que lo que hace difícil el trabajo sexual es que los contactos no se eligen a voluntad, sino que toca atender a quien caiga, respondió mi señora.

Y, ahora, ¿entonces te ves trabajando de puta?, le pregunté. Sí, creo que sí, contestó. En serio, ¿estás dispuesta a trabajar en el burdel de abajo?. Sí, por qué no. Simple curiosidad, contestó.

No volvimos a tocar el tema y cada uno se enfocó en su trabajo, en los deberes del hogar y el trajín propio de un matrimonio convencional. Pero, pasados dos días ella volvió a tocar el tema. Oye, ¿en qué quedó la propuesta de ir yo a trabajar al prostíbulo de abajo?, me preguntó. Que yo sepa, respondí, no te hice esa propuesta. ¿Te interesa y te ves capacitada para lidiar física y emocionalmente con ese tipo de trabajo?, pregunté. Sí, mi cabeza dice sí y mi coño también dice lo mismo, me soltó como respuesta. Bueno, de acuerdo, contesté, mañana por la mañana ve al burdel y pregunta al proxeneta si su ofrecimiento de trabajo aún sigue en pie. Entonces, me preguntó, ¿tengo tu consentimiento y permiso para prostituirme?. Sí, contesté. ¡Gracias, mi amor, por dejarme trabajar de puta!, me dijo, y ahora vámonos a la cama que te voy a follar y tragarme toda la leche que suelte tu polla.

Al día siguiente, mi señora se vistió descaradamente sexy, con un mini pareo bastante transparente que usa para ir a la playa y una camiseta de tirantes bien escotada y nada más ni sosten ni tanga, y bajó al burdel a pedir trabajo. El proxeneta le ordenó desnudarse y demostrar lo que sabía hacer. Ella le hizo una buena mamada y él se la folló y le inundó el coño con su semen. El proxeneta le dijo que estaba contratada y le preguntó cuándo quería empezar. Quiero debutar mañana, si no te importa, respondió ella, que es mi aniversario de boda. Perfecto, contestó el proxeneta, pero ven vestida con tu traje de novia y sin nada debajo, ni bragas ni sujetador, y leva puesto tu anillo de casada. Así lo haré, jefe, le dijo mi esposa. Una hora más tarde volvió a casa totalmente desnuda y le pregunté cómo le había ido la entrevista y si pasó vergüenza. Me respondió que le había encantado quedar desnuda delante del proxeneta y las putas y clientes y que se sintió muy cómoda mamando y follando. Era como si hubiera nacido para ser puta, añadió. ¡Joder, no sabía que me había casado con una furcia !, exclamé. Ella me dijo pues sí, yo tampoco sabía que lo fuera. Y a continuación me dijo que iba al baño a rasurarse los pelos del coño, por orden del proxeneta. ¿Tienes que llevarlo afeitado?. le pregunté. Sí, contestó, el jefe me dijo que todas sus putas tienen que estar con el coño pelado. Después de rasurarse, salió del baño y vino hacia mí y me preguntó: ¿cómo se me ve el coño sin pelos?. Divino, le respondí. Y le dije que iba a hacerle unas fotos al coño pelado y a ella totalmente desnuda, como recuerdo.

El día de nuestro aniversario de boda, al despertarnos, mi esposa se duchó, perfumó y maquilló y fue al armario y sacó el traje de novia. Yo le pregunté qué iba a hacer con el traje, respondiéndome ella, que ponérmelo, pero sin nada debajo, como me dijo ayer el jefe, para mi primer día de trabajo como puta. Te lo mancharán de semen, le dije, y tendrás que llevarlo a la tintorería a que lo limpien antes de guardarlo en el armario. Y quien te ha dicho que quiero limpiarlo antes de guardarlo, me soltó ella, lo voy a guardar con los lamparones de leche que me echen, como recuerdo de mi debut como puta.

Debutó y tuvo diez clientes el primer día. Volvió muy contenta a casa, con el vestido de novia bien manchado de lefa y porque le habían dilatado bien el culo. Se puso en pompa y me dijo cornudazo mira como me han dejado el ojal y me pidió que le echara el último polvo del día antes de irse a dormir.

Lleva ya un mes trabajando y está cada vez más contenta y cada vez es más zorra, mejora su zorrerío con el paso de los días: ha follado con pollas de todos los colores, ha tenido que comer coños, le han hecho triple penetración, le han hecho lluvia dorada y la ha bebido y ahora el proxeneta, "su novia" y el vigilante del local la van a disciplinar e iniciar como sumisa. Yo también he salido ganando, me he follado a todas las putas del burdel, y gratis. Los maridos y novios de las putas del burdel nos las intercambiamos cuando ellas no están trabajando y me han hecho cornudo bisexual, he comido pollas y me han dado por el culo.

Lo único negativo para mí, por llamarlo de alguna manera, es que el proxeneta tiene llave de nuestra casa, que le tuvo que entregar su puta, o sea mi esposa, como tuvieron que hacer las otras putas que ya trabajaban en el burdel. Y la segunda pega, es que mi esposa tiene que estar disponible y localizable fuera de su turno de trabajo, por si hace falta que vaya a atender clientes que acudan al burdel y no haya puta para atenderles en ese momento, por estar ocupadas.

En más de una ocasión mi esposa ha tenido que bajar al burdel fuera de su turno, por llamada del jefe. Y si la llamada ha coincidido mientras follábamos, ella se ha sacado mi polla y puesto un tanguita y su tacones y ha bajado a hacer su trabajo. Y yo me he quedado tieso palote y haciéndome una paja. En varias ocasiones, el jefe ha entrado en casa, solo o acompañado de algún que otro amigote suyo, abriendo la puerta con “su llave”, para follar a mi esposa. En dos ocasiones nos pillaron en plena faena, follando, por lo que me tocó sacar la polla del coño de mi esposa, y dejar que se la metiera el proxeneta y sus acompañantes. Y yo mirando, y esperando mi turno.

Ahora mi esposa ya es una prostituta profesional y se lo ha contado a la familia y a todos nuestros amigos y conocidos. Presume de ello.
Gepubliceerd door Felix-Casado
4 maanden geleden
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Pajarito1965
Qué continuo placer...cuánto tenéis que gozar 
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