Confesión
Nos conocimos en un bar. Había más personas en esa reunión, pero para mi sólo eramos ella y yo. Un recuerdo que guardo de esa noche es su rostro iluminado por una gran sonrisa. Sus modos de traviesa y pícara me cautivaron.
Con el paso del tiempo nos vimos envueltos en historias desde tintes eróticos hasta los deliciosamente indecentes. A ella le encantaba mostrarme sus tangas y a mi me fascinaba contemplar todo aquello que cubrían esas minúsculas prendas con el agregado de su siempre olorosa y suave piel. Una tarde en la que nos dejábamos arrastrar por el deseo sonaba un blues en el aparato de sonido mientras me llenaba los ojos y besaba, lamía y chupaba sus pechos.
En su momento cada uno tomó su camino y dejamos de saber uno del otro. Pero un día recibí un mensaje en redes sociales junto con su solicitud de contacto lo que nos llevó a nos reunimos en un par de ocasiones para ponernos al día.
Pasaron los meses y se me ocurrió invitarla a una actividad que organizo regularmente. Y aunque me aseguró que llegaría no le creí. Pero llegó y lo hizo contenta, risueña y coqueta como la primera vez que la ví. Todo transcurría sin contratiempos cuando sin saber como, mi mano se deslizó primero en su pierna, después a su muslo, después a sus nalgas, su entrepierna. Incluso me las ingenié, siempre con su complacencia, para rozar su ano que ya tuve la oportunidad de mirar y oler. Tuve que hacer un esfuerzo por no saltar sobre ella para llenarla de besos.
Fue una sesión nerviosa, palpitante con los sentimientos de un par de escuincles de secundaria donde uno acaricia y el otro se deja acariciar. La actitud idónea para la danza milenaria de besos y abrazos. Con el recuerdo de sus muslos, de su risa, de su olor, me he masturbado una, dos veces un martes, un jueves por la mañana, un domingo bajo la regadera.
Mantenemos ocasionalmente conversaciones digitales donde nos coqueteamos, donde estiramos las palabras, los sentimientos, las promesas, los deseos. Me la imagino con las piernas abiertas hundiendo sus dedos en su morena panochita con los pezones erectos y mi me veo obligado a liberar mi sexo del pantalón para acompañarla en un gozoso festín.
Estas palabras son para ti.
Esta confesión es para ti.
Me encanta tu rostro iluminado por tu gran sonrisa.