Mi primera mamada
UNA POLLA EN MI BOCA
Solo ya, en casa a las diez de la noche, con un sabor salado pero intoxicante persistente en mi boca, no podía dejar de pensar en lo sucedido unas horas antes. Acababa de chupar una polla por primera vez, y quería volver a hacerlo otra vez, cuanto antes. Había sido una experiencia muy agradable, más de lo que había imaginado Y ahora sabía que repetiría. Y decidí escribir mi experiencia para poder revivirla una y otra vez, de excitarme con la escritura descriptiva de mis sensaciones, del tacto de mis manos sobre la polla, de su sabor, del sabor de la corrida en mi boca…
Soy un hombre maduro de buena complexión física y trato agradable. Separado hace años y con relaciones heterosexuales esporádicas, así que soy bastante asiduo a la pornografía como forma de excitarme y poder masturbarme durante buenos ratos. La visión de las enormes pollas en las bocas sensuales de mujeres atractivas me ponía a cien, Últimamente una fantasía me recorría el cerebro: ponerme en el lugar de esas hermosas mujeres para hacer lo que ellas hacían, y deleitarme saboreando una buena polla con la lengua y con mi boca, hasta ser recompensado por unos buenos chorros de semen caliente.
Mi polla es más bien pequeña, así que admiraba esas enormes pollas. Estaba prácticamente hipnotizado por esos penes gigantes que eran devorados por bocas golosas. Empecé a pensar cómo sería tener uno creciendo en mi boca, cómo sabría esa primera destilación que rezumara y, lo que es más excitante, cómo se sería su calor recorriendo mi boca y mi garganta. Sin darme cuenta, esta reflexión comenzó a volverse obsesiva. Cada vez que veía una película porno crecía en mí el deseo de tener esas pollas entre mis manos, entre mis labios, chupándolas y saboreándolas.
Mis masturbaciones se hicieron más frecuentes con esas imágenes, y mis deseos por probar llegaron a un límite insostenible. Tenía que hacer algo o me volvería loco.
Y lo hice.
Busqué paginas de encuentros gay y dí con una llamada Marqueze. Me di de alta y comencé a leer mensajes de hombres que buscaban encuentros sexuales con otros hombres. Había muchos que tenían en su avatar una buena tarjeta de presentación, una foto de su herramienta en pleno desarrollo. Solo con leerlos y ver las fotos, mi imaginación se disparó. Ese día solo leí y leí mensajes. Algunos eran realmente sugerentes. Me sentía como un niño en una tienda de golosinas, queriéndolas todas y sin saber cuál escoger. Al final no me atreví a responder a ninguna petición, pero estaba excitado como un burro, mi polla latía con más fuerza que nunca.
Esa noche mis sueños fueron de los más eróticos, estuve empalmado toda la noche y me desperté con una erección brutal. Así que, sin dudar, agarré el ordenador y publiqué un mensaje: “Busco una buena polla para chupar hasta que se corra en mi boca, ¿quieres darme la tuya? Soy hombre maduro, discreto, sano y limpio”. Era un mensaje descarado y directo, sin condiciones. En menos de una hora recibí cuatro o cinco respuestas, y por la noche ya tenía unas quince más.
Tenía que decidirme, acabar con este suplicio que me roía las entrañas. Lo hice. Contesté a uno que dijo llamarse Fran. Estaba casado y tenía una polla preciosa, grande y gorda. Me dijo que, aunque era hetero, no le hacía ascos a un buen revolcón con un hombre y que prefería a los maduros por aquello de la discreción. Cambiamos varios comentarios sobre gustos y experiencias. Me contó que siempre estaba caliente y con ganas de follar, que tenía que hacerlo a diario y que su mujer no aguantaba ya su ritmo. Yo le hable de mí, de mi situación personal, de mi deseo repentino y de mi falta de experiencia. También le dije que vivía solo y que en mi casa podríamos estar cómodos. Así que decidimos reunirnos para tomar un café al mediodía conversar para conocernos en persona. Quedamos en una cafetería que estaba cerca de casa y le esperé a que llegara. Supe quién era nada más verle. Y supe que este sería el hombre con el que haría realidad mis deseos. Era un treinteañero de estatura mediana y bien vestido, con cierta clase.
Nos sentamos en una mesa al aire libre, y después de unos minutos conversando, Fran comenzó a decirme cuánto quería meterme su enorme polla en la garganta. La forma descarada y sucia de decírmelo comenzó a excitarme. Me hubiera arrodillado allí mismo en ese momento y haber empezado a hacerle mi deseada mamada. Pero prevaleció la sensatez y quedamos para unas horas más tarde, cuando él saliera de trabajar.
Fran trabajaba en un despacho de abogados, era secretario. Y su trabajo estaba a pocas estraciones de metro de mi casa, a veinte minutos escasos. Me dijo que llegaría sobre las siete y media de la tarde. Al levantarnos de la mesa, sentí que ya mi polla estaba dura por la emoción del encuentro. Le dije que le estaría esperando con impaciencia y que esperaba que no se echara atrás. No temas, me dijo, me muero de ganas de que me la comas entera. Le acompañé a la boca del metro y al pasar por el portal de mi edificio le indiqué que ahí estaba mi casa. Le dije el piso y la letra. Solo tenía que darme un toque al teléfonillo y bajaría a abrirle la puerta. Por desgracia mi telefonillo estaba averiado y tenía que hacer eso con todas las visitas. Nos dimos un apretón de manos y le ví bajar por las escaleras del metro.
La tarde se me hizo eterna. El tiempo parecía haberse detenido, lo minutos pasaban lentamente, con cuentagotas. Decidí encender el ordenador y navegar un rato por las páginas de Marqueze. Y estaba motivado y sobreexcitado por lo que iba a suceder, pero las imágenes que veía en las páginas me hicieron calentarme aún más. No quería masturbarme, esperaba tan solo que la excitación se mantuviera para no echarme atrás en el último momento. Era una experiencia que deseaba, pero he de reconocer que no dejaba de darme algo de miedo. Chupar una polla, ser gay, querer más… ¡Uf, qué situación!
Me preparé un cubata y lo bebí tranquilamente viendo una peli porno. Una orgía bi era algo que me venía al pelo. De vez en cuando me acariciaba la polla, pero solo para saber que estaba como un poste de rígida. Y al fin casi llegó la hora. Las siete. Una ducha rápida, una buena higiene bucal, una ropa deportiva y cómoda…
Sonó mi teléfono. Estoy en el portal, ¿bajas?, me dijo. Voy, contesté, y sentí que mi corazón se aceleraba como una locomotora. Bajé por las escaleras como una exhalación; era más rápido que esperar que el ascensor subiera y bajar en él. Entra, le dije, y eché a andar para que me siguiera.
El ascensor estaba en la planta baja, no hubo que llamarlo. Le abrí la puerta, entró y yo detrás de él. Di al botón de subida y me quedé de espaldas a él por la estrechura del ascensor. Le sentí tan cerca que mi mano derecha rozaba su pierna. La extendí hacia su entrepierna. Y sentí su polla palpitante por encima del pantalón: era enorme. No era mentira lo de sus fotos, se trataba de una esponjosa y turgente masa de carne calida. Mi imaginación voló. El ascensor se detuvo y me costó mucho perder su contacto, aunque sabía que pocos minutos la tendría solo para mí. Solo esperaba poder abrir mi boca lo suficiente como para poder metérmela toda dentro, hacerla llegar hasta mi garganta y recibir su semen llenando mi boca.
Y aquí estaba. Nunca había chupado una polla, pero sabía que eso era lo que quería hacer en ese momento. Le pregunté si quería tomar algo, me miro y me dijo que no, solo quiero que me comas como yo te como ahora los labios. Se acercó y me dio un beso en los labios, deslizando su lengua en mi boca.
Esa fue una sorpresa inesperada, le dejé hacer. No me desagradó e hizo que cualquier tensión que sentía se rompiera. Ambos sabíamos para qué estaba aquí, y cuando Fran comenzó a acariciar mi entrepierna, yo hice lo mismo y comencé a desabrochar sus pantalones para sentirla fuera de su prisón de tela. Se pantalón dio paso a unos boxer negros de licra, ajustados que marcaban a la perfección su enorme polla hinchada. Por debajo de ella se podía apreciar un conjunto de bolas igual de impresionantes. Me agaché para observar mejor el espectáculo. Estaba hipnotizado por esa hermosa vista cuando él me agarró por la cabeza y me hizo avanzar mi cara hasta estrellarla contra la tela y su bulto oculto. Le di unos mordiscos rápidos a los boxer antes de tirar de ellos hacia abajo y ver como saltaba al exterior su mástil. Su polla era más perfecta de lo que hubiera imaginado.
Solo acerté a decir:
- ¡Guau, tío, es preciosa… y enorme…!
Él respondió con una sonrisa y añadió:
- Todavía no has visto lo enorme que es, trátala bien y lo verás – tras ello, se quitó los pantalones y los calzoncillos y se sentó en el sofa de piel de mi salón. Se espatarró para que yo pudiera hacer bien mi trabajo y añadió -toda tuya-.
Dicho y hecho. La agarré con ambas manos. Sentí su peso y su turgencia. Estaba algo más que morcillona. Era un trozo de carne caliente y suave. Comencé a masturbarle esperando ver su capullo fuera de su capuchón. Apareció, rosado y liso, hinchado como una pelota de ping-pong. No pude más y pasé la lengua sobre él. Fran dio un respingo. Le había gustado la caricia. Comencé a besarlo y a embadurnarlo con mi saliva. Hasta que abrí bien los labios y lo metí en mi boca. Solo su capulllo la llenaba casi por completo. El calor de mi boca hizo que se hinchara. Así que lo empuje más adentro. ¡Sentir que una polla crecía en mi boca por primera vez era algo increíble, deliciosamente increíble! Era grande, pero estaba decidido a tragármela toda entera.
En menos de unos minutos, pude saborear las primeras gotas de precum de Fran. El sabor me pareció agradable, algo salado, pero suave. Mi lengua y mi boca se empaparon de él. El deseo se acrecentó en mí. La chupaba y me la restregaba por el rostro. La besaba, la lamía, la chupaba sin descanso. Y decidí meterla en mi boca.
Sujeté con mi mano ese precioso mástil de carne y rodeé con mis labios su glande. Poco a poco fui dejando caer mi boca sobre ella. Desapareció su glande y algunos centímetros más dentro. No entraba más. O yo no era capaz de meterla más adentro. Así que inicié un movimiento de vaivén, metiendo y sacando de mi boca ese trozo de carne palpitante. Noté como se hinchaba bajo mis caricias bucales. Su glande era suave y terso y mi lengua resbalaba por él como un patín sobre el hielo. Apretaba su tallo y las gotas de su precum salían por su enorme ojo. Mi lengua las recogía y las saboreaba, cada vez con más deleite. Miré a Fran para pedir su aprobación, para saber si lo estaba haciendo bien. Su cara de satisfacción y sus gemidos me lo dijeron todo. Yo me sentía muy bien. Mi excitación no había disminuido un ápice y mi entusiasmo por seguir mamando tampoco.
- No pares, lo estás haciendo muy bien… - dijo.
Sus palabras me hicieron querer ir un poco más, querer tragármela por entero, aunque no las tenía todas conmigo. Cada vez que intentaba meterla un poco más, su punta tocaba el fondo de mi garganta y los reflejos de arcada hacían que la sacara.
- Tienes que relajar la garganta, despacio. No te vas a asfixiar… Solo es cuestión de ir despacio…
Lo intenté de nuevo. Ahora fui más despacio, dejando que entrara hasta el fondo y la saqué antes de que me llegaran las arcadas.
- Bien, así… Hazlo varias veces y verás como lo acabas dominando al final.
Y de esta manera empecé mi entrenamiento. Una y otra vez me la tragaba y la sacaba, procurando aguantar con ella dentro un poco más. Descansaba, chupaba su glande y me deleitaba con sus gotas. Luego bajaba a chupar sus bolas, recorría de nuevo su mástil, llegaba a su punta y volvía a engullir toda su esponjosa carne. Al final fui capaz de retenerla dentro con mis labios pegados a su pubis durante varios segundos. Podía sentir como latía al fondo de mi garganta y empujaba mi esófago contra mi tráquea. Aguantaba sin respirar y la sacaba babeando la saliva que no podía tragar. Comencé a adorar esa polla. Fran estaba extasiado, gimiendo, en puro éxtasis de placer. Y yo feliz saboreando su placer y sus emulsiones cada vez más abundantes.
A medida que mi garganta se había relajado, las embestidas eran más seguidas y profundas. Fran me agarró la cabeza y comenzó a follarme la boca con energía y cada vez más deprisa. Intentaba no lastimarle con mis dientes, abriendo bien la boca. Y él comenzó a usarme como a una puta. Tenía arcadas, me faltaba el aliento y tuve que retroceder un par de veces para respirar. Estaba claro que me faltaba experiencia para soportar tales embistes. La asfixia me hacía sentir que moría, pero al mismo tiempo no quería parar.
No sé cuanto tiempo estaría así, arrodillado ante él, pero no tenía prisa por acabar. Era como si ese caramelo me tuviera que durar toda la tarde noche. Chupé, lamí, sorbí, acaricié, con la lengua, con los labios, con toda mi boca... Un dulce caramelo de carne turgente y cálida, cuyo dueño se retorcía de placer con mis caricias.
- Si no paras un rato me voy a correr…
Y a estas alturas yo ya no quería parar, quería que se corriera.
- Córrete en mi boca, quiero saborear tu semen… -le dije, al tiempo que seguía chupando con fruición y la sacaba de mi boca esperando su primer latigazo.
Comencé a golpear su glande amoratado contra mi lengua y mis labios. Sabía que de un momento a otro recibiría mi premio, lo estaba deseando….
Y sucedió. Noté que todo su cuerpo se tensaba, que sus piernas se ponían rígidas y su polla se dilataba. Un primer fogonazo me atravesó la boca y la mejilla. Al segundo lo recibí con la boca alrededor de su glande. Cayó todo dentro. Era un chorro cálido que me llenó por completo la boca. No lo tragué, no me atreví a hacerlo. Pero lo sostuve dentro mientras comenzaba a chupar y a saborear los siguientes disparos. Con la boca abierta, el semen comenzó a resbalar por la comisura de mis labios, aunque seguía chupando sin parar…
Le agarré los huevos y lamí toda su polla de arriba abajo, dejándola limpia de semen, pero muy ensalivada. Trató de alejarse, pero no lo dejé, incluso cuando su polla comenzó a encogerse. El olor y el sabor del semen se mezclaron en mis sentidos. Ahora resbalaba por mi pecho desnudo. Era un néctar cálido y viscoso, la semilla de la pasión y de la vida.
Bajó hacia mi boca y se enchufó a mis labios como una ventosa. Sabía a él, y quería probar su sabor. Le dejé hacer, excitado como estaba, y nuestras lengas jugaron durante un buen rato intercambiando fluidos. Era el beso más libinidoso que jamás me habían dado. Me sentía feliz por haber cumplido mi sueño a pesar de no haberme corrido. Fran se me dio tumbó, relajado y satisfecho. Yo continuaba adorando su arma. Debí haber estado chupando durante unos treinta minutos antes de que ese corriera, pero sentí que podía continuar indefinidamente. Su polla era así de hermosa.
Al cabo de un rato me dijo que tenía que irse ya, que no podía llegar muy tarde a casa.
- ¿Quieres que te la chupe yo a ti?, preguntó.
Le dije que no, que me sentía satisfecho con lo que le había hecho, y que tendríamos que repetirlo.
- Está bien, La próxima haremos un sesenta y nueve, ¿vale?
- Perfecto. Espero que no tardemos mucho en volver a vernos.
- Te aseguro que no – y me guiño un ojo.
Se puso de pie, se vistió y me dio las gracias. Luego me metió la lengua por ultima vez en la garganta Gemí cuando su lengua dura se apretó contra la mía, mientras ambos disfrutamos de los restos finales de su corrida.
Apenas conocía a este tipo, era la primera vez que le veía, pero me sentí muy tranquilo, sabiendo que en breves jornadas repetiría con él esta magnífica experiencia.
Me sentía flotando en una nube cuando salió de casa.
Satisfecho, feliz… ¡y con la polla bien tiesa!
Solo ya, en casa a las diez de la noche, con un sabor salado pero intoxicante persistente en mi boca, no podía dejar de pensar en lo sucedido unas horas antes. Acababa de chupar una polla por primera vez, y quería volver a hacerlo otra vez, cuanto antes. Había sido una experiencia muy agradable, más de lo que había imaginado Y ahora sabía que repetiría. Y decidí escribir mi experiencia para poder revivirla una y otra vez, de excitarme con la escritura descriptiva de mis sensaciones, del tacto de mis manos sobre la polla, de su sabor, del sabor de la corrida en mi boca…
Soy un hombre maduro de buena complexión física y trato agradable. Separado hace años y con relaciones heterosexuales esporádicas, así que soy bastante asiduo a la pornografía como forma de excitarme y poder masturbarme durante buenos ratos. La visión de las enormes pollas en las bocas sensuales de mujeres atractivas me ponía a cien, Últimamente una fantasía me recorría el cerebro: ponerme en el lugar de esas hermosas mujeres para hacer lo que ellas hacían, y deleitarme saboreando una buena polla con la lengua y con mi boca, hasta ser recompensado por unos buenos chorros de semen caliente.
Mi polla es más bien pequeña, así que admiraba esas enormes pollas. Estaba prácticamente hipnotizado por esos penes gigantes que eran devorados por bocas golosas. Empecé a pensar cómo sería tener uno creciendo en mi boca, cómo sabría esa primera destilación que rezumara y, lo que es más excitante, cómo se sería su calor recorriendo mi boca y mi garganta. Sin darme cuenta, esta reflexión comenzó a volverse obsesiva. Cada vez que veía una película porno crecía en mí el deseo de tener esas pollas entre mis manos, entre mis labios, chupándolas y saboreándolas.
Mis masturbaciones se hicieron más frecuentes con esas imágenes, y mis deseos por probar llegaron a un límite insostenible. Tenía que hacer algo o me volvería loco.
Y lo hice.
Busqué paginas de encuentros gay y dí con una llamada Marqueze. Me di de alta y comencé a leer mensajes de hombres que buscaban encuentros sexuales con otros hombres. Había muchos que tenían en su avatar una buena tarjeta de presentación, una foto de su herramienta en pleno desarrollo. Solo con leerlos y ver las fotos, mi imaginación se disparó. Ese día solo leí y leí mensajes. Algunos eran realmente sugerentes. Me sentía como un niño en una tienda de golosinas, queriéndolas todas y sin saber cuál escoger. Al final no me atreví a responder a ninguna petición, pero estaba excitado como un burro, mi polla latía con más fuerza que nunca.
Esa noche mis sueños fueron de los más eróticos, estuve empalmado toda la noche y me desperté con una erección brutal. Así que, sin dudar, agarré el ordenador y publiqué un mensaje: “Busco una buena polla para chupar hasta que se corra en mi boca, ¿quieres darme la tuya? Soy hombre maduro, discreto, sano y limpio”. Era un mensaje descarado y directo, sin condiciones. En menos de una hora recibí cuatro o cinco respuestas, y por la noche ya tenía unas quince más.
Tenía que decidirme, acabar con este suplicio que me roía las entrañas. Lo hice. Contesté a uno que dijo llamarse Fran. Estaba casado y tenía una polla preciosa, grande y gorda. Me dijo que, aunque era hetero, no le hacía ascos a un buen revolcón con un hombre y que prefería a los maduros por aquello de la discreción. Cambiamos varios comentarios sobre gustos y experiencias. Me contó que siempre estaba caliente y con ganas de follar, que tenía que hacerlo a diario y que su mujer no aguantaba ya su ritmo. Yo le hable de mí, de mi situación personal, de mi deseo repentino y de mi falta de experiencia. También le dije que vivía solo y que en mi casa podríamos estar cómodos. Así que decidimos reunirnos para tomar un café al mediodía conversar para conocernos en persona. Quedamos en una cafetería que estaba cerca de casa y le esperé a que llegara. Supe quién era nada más verle. Y supe que este sería el hombre con el que haría realidad mis deseos. Era un treinteañero de estatura mediana y bien vestido, con cierta clase.
Nos sentamos en una mesa al aire libre, y después de unos minutos conversando, Fran comenzó a decirme cuánto quería meterme su enorme polla en la garganta. La forma descarada y sucia de decírmelo comenzó a excitarme. Me hubiera arrodillado allí mismo en ese momento y haber empezado a hacerle mi deseada mamada. Pero prevaleció la sensatez y quedamos para unas horas más tarde, cuando él saliera de trabajar.
Fran trabajaba en un despacho de abogados, era secretario. Y su trabajo estaba a pocas estraciones de metro de mi casa, a veinte minutos escasos. Me dijo que llegaría sobre las siete y media de la tarde. Al levantarnos de la mesa, sentí que ya mi polla estaba dura por la emoción del encuentro. Le dije que le estaría esperando con impaciencia y que esperaba que no se echara atrás. No temas, me dijo, me muero de ganas de que me la comas entera. Le acompañé a la boca del metro y al pasar por el portal de mi edificio le indiqué que ahí estaba mi casa. Le dije el piso y la letra. Solo tenía que darme un toque al teléfonillo y bajaría a abrirle la puerta. Por desgracia mi telefonillo estaba averiado y tenía que hacer eso con todas las visitas. Nos dimos un apretón de manos y le ví bajar por las escaleras del metro.
La tarde se me hizo eterna. El tiempo parecía haberse detenido, lo minutos pasaban lentamente, con cuentagotas. Decidí encender el ordenador y navegar un rato por las páginas de Marqueze. Y estaba motivado y sobreexcitado por lo que iba a suceder, pero las imágenes que veía en las páginas me hicieron calentarme aún más. No quería masturbarme, esperaba tan solo que la excitación se mantuviera para no echarme atrás en el último momento. Era una experiencia que deseaba, pero he de reconocer que no dejaba de darme algo de miedo. Chupar una polla, ser gay, querer más… ¡Uf, qué situación!
Me preparé un cubata y lo bebí tranquilamente viendo una peli porno. Una orgía bi era algo que me venía al pelo. De vez en cuando me acariciaba la polla, pero solo para saber que estaba como un poste de rígida. Y al fin casi llegó la hora. Las siete. Una ducha rápida, una buena higiene bucal, una ropa deportiva y cómoda…
Sonó mi teléfono. Estoy en el portal, ¿bajas?, me dijo. Voy, contesté, y sentí que mi corazón se aceleraba como una locomotora. Bajé por las escaleras como una exhalación; era más rápido que esperar que el ascensor subiera y bajar en él. Entra, le dije, y eché a andar para que me siguiera.
El ascensor estaba en la planta baja, no hubo que llamarlo. Le abrí la puerta, entró y yo detrás de él. Di al botón de subida y me quedé de espaldas a él por la estrechura del ascensor. Le sentí tan cerca que mi mano derecha rozaba su pierna. La extendí hacia su entrepierna. Y sentí su polla palpitante por encima del pantalón: era enorme. No era mentira lo de sus fotos, se trataba de una esponjosa y turgente masa de carne calida. Mi imaginación voló. El ascensor se detuvo y me costó mucho perder su contacto, aunque sabía que pocos minutos la tendría solo para mí. Solo esperaba poder abrir mi boca lo suficiente como para poder metérmela toda dentro, hacerla llegar hasta mi garganta y recibir su semen llenando mi boca.
Y aquí estaba. Nunca había chupado una polla, pero sabía que eso era lo que quería hacer en ese momento. Le pregunté si quería tomar algo, me miro y me dijo que no, solo quiero que me comas como yo te como ahora los labios. Se acercó y me dio un beso en los labios, deslizando su lengua en mi boca.
Esa fue una sorpresa inesperada, le dejé hacer. No me desagradó e hizo que cualquier tensión que sentía se rompiera. Ambos sabíamos para qué estaba aquí, y cuando Fran comenzó a acariciar mi entrepierna, yo hice lo mismo y comencé a desabrochar sus pantalones para sentirla fuera de su prisón de tela. Se pantalón dio paso a unos boxer negros de licra, ajustados que marcaban a la perfección su enorme polla hinchada. Por debajo de ella se podía apreciar un conjunto de bolas igual de impresionantes. Me agaché para observar mejor el espectáculo. Estaba hipnotizado por esa hermosa vista cuando él me agarró por la cabeza y me hizo avanzar mi cara hasta estrellarla contra la tela y su bulto oculto. Le di unos mordiscos rápidos a los boxer antes de tirar de ellos hacia abajo y ver como saltaba al exterior su mástil. Su polla era más perfecta de lo que hubiera imaginado.
Solo acerté a decir:
- ¡Guau, tío, es preciosa… y enorme…!
Él respondió con una sonrisa y añadió:
- Todavía no has visto lo enorme que es, trátala bien y lo verás – tras ello, se quitó los pantalones y los calzoncillos y se sentó en el sofa de piel de mi salón. Se espatarró para que yo pudiera hacer bien mi trabajo y añadió -toda tuya-.
Dicho y hecho. La agarré con ambas manos. Sentí su peso y su turgencia. Estaba algo más que morcillona. Era un trozo de carne caliente y suave. Comencé a masturbarle esperando ver su capullo fuera de su capuchón. Apareció, rosado y liso, hinchado como una pelota de ping-pong. No pude más y pasé la lengua sobre él. Fran dio un respingo. Le había gustado la caricia. Comencé a besarlo y a embadurnarlo con mi saliva. Hasta que abrí bien los labios y lo metí en mi boca. Solo su capulllo la llenaba casi por completo. El calor de mi boca hizo que se hinchara. Así que lo empuje más adentro. ¡Sentir que una polla crecía en mi boca por primera vez era algo increíble, deliciosamente increíble! Era grande, pero estaba decidido a tragármela toda entera.
En menos de unos minutos, pude saborear las primeras gotas de precum de Fran. El sabor me pareció agradable, algo salado, pero suave. Mi lengua y mi boca se empaparon de él. El deseo se acrecentó en mí. La chupaba y me la restregaba por el rostro. La besaba, la lamía, la chupaba sin descanso. Y decidí meterla en mi boca.
Sujeté con mi mano ese precioso mástil de carne y rodeé con mis labios su glande. Poco a poco fui dejando caer mi boca sobre ella. Desapareció su glande y algunos centímetros más dentro. No entraba más. O yo no era capaz de meterla más adentro. Así que inicié un movimiento de vaivén, metiendo y sacando de mi boca ese trozo de carne palpitante. Noté como se hinchaba bajo mis caricias bucales. Su glande era suave y terso y mi lengua resbalaba por él como un patín sobre el hielo. Apretaba su tallo y las gotas de su precum salían por su enorme ojo. Mi lengua las recogía y las saboreaba, cada vez con más deleite. Miré a Fran para pedir su aprobación, para saber si lo estaba haciendo bien. Su cara de satisfacción y sus gemidos me lo dijeron todo. Yo me sentía muy bien. Mi excitación no había disminuido un ápice y mi entusiasmo por seguir mamando tampoco.
- No pares, lo estás haciendo muy bien… - dijo.
Sus palabras me hicieron querer ir un poco más, querer tragármela por entero, aunque no las tenía todas conmigo. Cada vez que intentaba meterla un poco más, su punta tocaba el fondo de mi garganta y los reflejos de arcada hacían que la sacara.
- Tienes que relajar la garganta, despacio. No te vas a asfixiar… Solo es cuestión de ir despacio…
Lo intenté de nuevo. Ahora fui más despacio, dejando que entrara hasta el fondo y la saqué antes de que me llegaran las arcadas.
- Bien, así… Hazlo varias veces y verás como lo acabas dominando al final.
Y de esta manera empecé mi entrenamiento. Una y otra vez me la tragaba y la sacaba, procurando aguantar con ella dentro un poco más. Descansaba, chupaba su glande y me deleitaba con sus gotas. Luego bajaba a chupar sus bolas, recorría de nuevo su mástil, llegaba a su punta y volvía a engullir toda su esponjosa carne. Al final fui capaz de retenerla dentro con mis labios pegados a su pubis durante varios segundos. Podía sentir como latía al fondo de mi garganta y empujaba mi esófago contra mi tráquea. Aguantaba sin respirar y la sacaba babeando la saliva que no podía tragar. Comencé a adorar esa polla. Fran estaba extasiado, gimiendo, en puro éxtasis de placer. Y yo feliz saboreando su placer y sus emulsiones cada vez más abundantes.
A medida que mi garganta se había relajado, las embestidas eran más seguidas y profundas. Fran me agarró la cabeza y comenzó a follarme la boca con energía y cada vez más deprisa. Intentaba no lastimarle con mis dientes, abriendo bien la boca. Y él comenzó a usarme como a una puta. Tenía arcadas, me faltaba el aliento y tuve que retroceder un par de veces para respirar. Estaba claro que me faltaba experiencia para soportar tales embistes. La asfixia me hacía sentir que moría, pero al mismo tiempo no quería parar.
No sé cuanto tiempo estaría así, arrodillado ante él, pero no tenía prisa por acabar. Era como si ese caramelo me tuviera que durar toda la tarde noche. Chupé, lamí, sorbí, acaricié, con la lengua, con los labios, con toda mi boca... Un dulce caramelo de carne turgente y cálida, cuyo dueño se retorcía de placer con mis caricias.
- Si no paras un rato me voy a correr…
Y a estas alturas yo ya no quería parar, quería que se corriera.
- Córrete en mi boca, quiero saborear tu semen… -le dije, al tiempo que seguía chupando con fruición y la sacaba de mi boca esperando su primer latigazo.
Comencé a golpear su glande amoratado contra mi lengua y mis labios. Sabía que de un momento a otro recibiría mi premio, lo estaba deseando….
Y sucedió. Noté que todo su cuerpo se tensaba, que sus piernas se ponían rígidas y su polla se dilataba. Un primer fogonazo me atravesó la boca y la mejilla. Al segundo lo recibí con la boca alrededor de su glande. Cayó todo dentro. Era un chorro cálido que me llenó por completo la boca. No lo tragué, no me atreví a hacerlo. Pero lo sostuve dentro mientras comenzaba a chupar y a saborear los siguientes disparos. Con la boca abierta, el semen comenzó a resbalar por la comisura de mis labios, aunque seguía chupando sin parar…
Le agarré los huevos y lamí toda su polla de arriba abajo, dejándola limpia de semen, pero muy ensalivada. Trató de alejarse, pero no lo dejé, incluso cuando su polla comenzó a encogerse. El olor y el sabor del semen se mezclaron en mis sentidos. Ahora resbalaba por mi pecho desnudo. Era un néctar cálido y viscoso, la semilla de la pasión y de la vida.
Bajó hacia mi boca y se enchufó a mis labios como una ventosa. Sabía a él, y quería probar su sabor. Le dejé hacer, excitado como estaba, y nuestras lengas jugaron durante un buen rato intercambiando fluidos. Era el beso más libinidoso que jamás me habían dado. Me sentía feliz por haber cumplido mi sueño a pesar de no haberme corrido. Fran se me dio tumbó, relajado y satisfecho. Yo continuaba adorando su arma. Debí haber estado chupando durante unos treinta minutos antes de que ese corriera, pero sentí que podía continuar indefinidamente. Su polla era así de hermosa.
Al cabo de un rato me dijo que tenía que irse ya, que no podía llegar muy tarde a casa.
- ¿Quieres que te la chupe yo a ti?, preguntó.
Le dije que no, que me sentía satisfecho con lo que le había hecho, y que tendríamos que repetirlo.
- Está bien, La próxima haremos un sesenta y nueve, ¿vale?
- Perfecto. Espero que no tardemos mucho en volver a vernos.
- Te aseguro que no – y me guiño un ojo.
Se puso de pie, se vistió y me dio las gracias. Luego me metió la lengua por ultima vez en la garganta Gemí cuando su lengua dura se apretó contra la mía, mientras ambos disfrutamos de los restos finales de su corrida.
Apenas conocía a este tipo, era la primera vez que le veía, pero me sentí muy tranquilo, sabiendo que en breves jornadas repetiría con él esta magnífica experiencia.
Me sentía flotando en una nube cuando salió de casa.
Satisfecho, feliz… ¡y con la polla bien tiesa!
1 tahun lalu