La cita

LA CITA
Todo se había torcido esa tarde noche. Eso hizo que llegara con retraso. Yo que soy un maniático de la puntualidad. Eran las 23,15 horas cuando llegué al bar. Me había recordado un par de veces la dirección y el nombre por whassapp: calle Valverde, 3, no lo olvides. El sitio se llama Boyberry. Por curiosidad, había buscado en internet. No era solo un bar gay, era más un refugio para tener sexo abiertamente, con salas de diversa índole. Nunca había estado en un bar así, pero la aventura era la aventura…
Le vi de inmediato cuando entré. Estaba al fondo del bar, sentado en una mesa. Me vio entrar. Mi polo de color amarillo, nada discreto, siempre se ve a la primera. Levantó una mano y me dirigí hacia él. Mientras caminaba, pude observar que no desmerecía en nada a sus fotos, incluso estaba aún mejor. Fue gratificante comprobar que no me había mentido respecto a su imagen. La gente no siempre es sincera y pone fotos trucadas o de hace años para mandar una imagen agradable. Luego viene la desilusión. La altura y el peso coincidían: un metro setenta y unos setenta y cinco kilos… No era un gigante, pero tampoco era un camarón. Parecía bastante en forma, con una incipiente barriguita, pero bien cuidado. Sin sobrepeso. Era un hombre de verdad. Un hombre guapo, con grandes ojos, de mirada limpia y el cabello ligeramente canoso. De buena presencia, vibrante y sexy. Mentiría si no dijera que me atrajo a primera vista.
Se puso de pie cuando me acerqué a la mesa y extendí la mano.
- Eres Carlos, ¿verdad? Un placer. Estaba deseando conocerte… - dijo, sonriéndome.
- Yo también – contesté y alargué la mano para saludarle.
Su apretón de manos fue firme y sensual. Me atrajo hacia él y me beso en la mejilla. Me miró sin soltar mi mano y me dijo:
- ¡Joder, tío, eres muy guapo! No sé si voy a encajar en tus gustos…Siéntate, por favor. Ya te he pedido de beber. Un martini seco…
Me senté frente a él y vi que, efectivamente, había dos copas ya encima de la mesa.
- Es un martini seco. Dos partes de ginebra y una de martini, ¿no es así? - dijo.
- Así es… Y es lo que bebo habitualmente - contesté impresionado. ¿Cómo lo sabías?
- Ya ves… Uno, que es adivino – me guiñó un ojo - Me gusta sorprender a los jóvenes con mis trucos de magia – rió.
- Has hablado con Pablo, mi compañero de piso.
- ¿Pablo? Si no sé donde vives, ¿cómo le voy a conocer?
- ¿Entonces…?
- Pues será que estamos conectados… -volvió a reír.
- Será entonces eso…
- No, bobo, ha sido suerte – alegó - Si me hubiera equivocado, nos hubiéramos reído con la broma. Yo me tomaría los dos y tú te tomarías otra cosa… ¿Qué podría perder?
Me gustó su forma de romper el hielo. Tomamos un sorbo de nuestras bebidas y nos deseamos salud.
- Gracias - dije.
- Estás nervioso, ¿verdad? - preguntó
- Algo ¿Y tú?
- No…- Tenía una actitud informal y cómoda, en absoluto nerviosa – La verdad es que cada vez que me encuentro con alguien como tú por primera vez, me puede más el ansia que los nervios.
- Entonces haces esto con frecuencia…
- En absoluto, no soy nada promiscuo. Además, suelo ser muy cuidadoso y reservado con mis citas. Tengo que serlo, ya sabes a lo que me refiero.
- Ya… – dije – No te preocupes, yo soy muy discreto.
- Estoy abierto al sexo con hombres, pero el estar casado me limita ¿Creerás que soy un ser despreciable por engañar a mi mujer?
- No, para nada. Solo tengo curiosidad por conocerte y disfrutar contigo. ¿No tienes suficiente sexo en casa?
- ¡Oh, sí! Mi esposa y yo tenemos mucho sexo – dijo – Un sexo increíble, de verdad. Incluso después de mas de veinte años casados. Pero de vez en cuando me gusta la emoción de un hombre. Desde que probé el primero, no puedo evitarlo… Es como una droga.
- Ya, lo entiendo - contesté, y tomé otro trago - El martini esta buenísimo…, lo que no entiendo es que me cites en este lugar…
- ¿En Boyberry?
- Sí. Siendo un bar de citas y de encuentros gays, ¿qué pasaría si te encontraras con algún conocido?
- Aquí es difícil, no me conoce nadie, el problema es en el de Barcelona.
- ¿También vas al de allí?
- Sí, en él conocía mi principal pareja homo. Jordi, un tío de mi edad.
- ¡Ah, no me habías hablado de él…!
- No hablo nunca de él, y menos con alguien que pudiera ser un rival …
- Vale… Pero no has contestado a mi pregunta…
- Aquí sería raro, pero en Barcelona, si algún conocido entrara y me viera, yo pensaría lo mismo de él. Ambos tendríamos un secreto que ocultar y no diríamos nada, ¿no crees?
- La verdad es que visto así tienes toda la razón, jajaja – reí
- ¿Entonces no crees que soy demasiado mayor para ti? - preguntó
- No, para nada. Además, me gustan maduros, ya te lo dije.
- ¿Y por qué estás interesado en alguien que podría ser tu padre?
- Tienes una edad aproximada a la de mi padre, pero no es una fijación freudiana. Me gustan los hombres, hombres. Con cincuenta y cinco años eres un hombre maduro, sabes lo que quieres, lo dices, pones tus condiciones y no te andas por las ramas. Directo y sin mentiras. Me gustas más que la gente de mi edad. Entre los jóvenes encuentras muchos alocados, neuróticos, celosos, mentirosos, que no tiene claro si buscan pareja o sexo, que te llaman como si fueran tu madre, te quieren controlar, te persiguen si los rechazas…
- Ya, ya veo que no has tenido buenas experiencias – añadió - Pero es que viéndote no me extraña que te persigan. Mira como te están comiendo algunos ahora mismo. Eres un bombón, jajaja.
- Gracias por el piropo.
- De nada... – tomó otro sorbo y continuó – Y sexualmente, ¿qué buscas en mí?
- No sé, estar con un tipo experimentado… Saber que estás casado y tienes hijos de mi edad me da morbo. Y, no sé por qué, pero intuyo que debes ser realmente bueno en la cama.
- Bueno, eso lo tendrás que decir tú, después de acostarte conmigo -dijo- ¿Eso te excita?
Sentí mi polla crecer en mis pantalones.
- Sí… -dije un poco avergonzado - Estoy ya muy caliente.
Se acercó a mi oído y añadió:
- Pues yo estoy igual ¡Uf! Deseando comerte por todos lados… Los jóvenes como tú saben bien por todas partes: sus labios, su piel, su polla, su culo...
Me sentí ardiendo por todas partes. Tal vez fue el martini. O tal vez fue su franqueza. Tocó mi pierna con la suya y puso su mano sobre mi muslo.
- ¿Estás bien? – preguntó - ¿Esto te pone nervioso?
Sus caricias me calentaron más. Así que animado por ellas me atreví a besarle en la boca. Fue un gesto instintivo. Había ya unas cuantas parejas en el bar que se morreaban de vez en cuando, así que no éramos ninguna excepción… No fue un beso largo, pero sí muy cálido. Sus labios eran tiernos y su lengua muy dulce.
Cerré los ojos por un momento y dije:
- ¡Uuumm, me gusta!
- Escucha – dijo - si estás preparado, nos vamos a una cabina, en privado, o podemos irnos a la habitación de mi hotel. Está justo al otro lado de la calle. Sin presión, de verdad, tú decides…
- Prefiero a tu hotel. Esto me da morbo, pero creo que estaría muy distraído y quiero concentrarme en ti. Una cama es mucho más cómoda, sin duda… - susurré.
- Está bien. Nos vamos entonces.
Pagó la cuenta y le seguí fuera del bar. Cruzando la calle, tal como había dicho, estaba su buen hotel. Un NH de cuatro estrellas en la Gran Vía. Menos mal que dada la hora el vestíbulo estaba casi vacío. Una pareja sentada en uno de los sofás y el conserje de la recepción. Mientras caminábamos por el vestíbulo, sentí como si los tres hubieran adivinado que íbamos a su habitación a follar. Era como llevar un cartel escrito en la frente, juzgándonos por nuestra edad y pensando no sé qué cosas terribles sobre nosotros. Iba detrás de él y comencé a sentirme realmente incómodo.
Debió notar mi miedo, porque se detuvo y puso su brazo sobre mi hombro
- No te preocupes – dijo - Simplemente piensan que eres mi hijo.
Tenía razón. Dejaron de mirarnos enseguida. Caminamos hacia los ascensores y presionó el botón de subida. Mientras esperábamos, acercó su boca a mi oído y susurró:
- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? Puedes irte ahora mismo. Quiero que te quedes, pero es importante que también lo desees. Quiero oírtelo decir en voz alta…
Sus palabras eran cálidas e intoxicantes.
- Sí, ya te lo he dicho. Quiero hacerlo, lo deseo
Cuando dijo: "Yo también", el ascensor abrió sus puertas. Entramos, presionó el botón del piso y la puerta se cerró. Nos quedamos solos en ese pequeño habitáculo que nos elevaba lentamente hacia el cielo.
Quiso aprovechar este pequeño momento de intimidad. Se acercó y me empujó suavemente contra la pared del ascensor. Juntos, presionando su cuerpo contra el mío, me besó. De forma agresiva, pero no violenta. Abrió los labios y me besó con pasión y lujuria. Me sorprendió su franqueza y lo rápido que me atacó. "Abre más la boca", dijo, y lo hice. Entonces sentí su lengua entrar. Una lengua suave y húmeda que se pareció muy sensual. Separó mis labios como si quisiera mostrarme cómo sabía utilizarla, queriendo hacer un paralelismo con su polla explorando mi trasero. ¡Oh, Dios! Fue un beso largo y lento, algo más que un simple beso. Me estaba amando, tomándome, poseyéndome... Un beso de ángeles, meciéndome el alma. Le devolví el beso. Nuestras lenguas chasquearon. También le metí la lengua en la boca, tenía un sabor fantástico. Necesitaba respirar, pero él no me dejaba librarme de este primer beso apasionado. Chupó suavemente mi boca y absorbió mi vida. Más que un beso, fue una declaración de intenciones para decirme que era suyo. Estaba de forma absoluta bajo su poder. Lo deseaba. No me importaba que me estuviera asfixiando. Sentí la dureza de su sexo empujar contra mí cuerpo. Era grande. Al fin, cuando pensaba que se estaba bebiendo mi vida, el ascensor paró, las puertas se abrieron y me soltó. Sentí mis piernas flaquear por la emoción.
Algo mareado, salí flotando del ascensor tras él, hacia su habitación al final del pasillo. La puerta se abría dando paso a una fabulosa suite, que sin duda mucho mayor que mi piso de estudiante. Una ventana que ocupaba toda la pared ofrecía una panorámica de la Gran Vía, iluminada y preciosa. La estampa me atrajo hacia ella. Quise observar las vistas. Coloqué mi mano sobre el cristal. Estba muy frío. O quizás yo muy caliente.
- Es bonito Madrid, ¿verdad? – le escuché decir.
- Es increíble
Entonces lo sentí detrás de mí, presionando su cuerpo contra el mío, envolviendo mi cuerpo con sus brazos. Sentí su rostro y sus labios en mi cuello. Me besó suavemente.
- Hueles muy bien
Sus labios en mi cuello me hicieron desmayar. Cerré los ojos e incliné la cabeza mientras él continuaba besándome. Su lengua rodó por él. Me mordisqueó suavemente. "Sabes muy bien…", dijo, luego continuó lamiéndome y besándome. Sus manos exploraron mi pecho levantando mi polo amarillo, tocándome, acariciando, pellizcando mis pezones. Las deslizó ligeramente sobre mi abdomen. Lo acarició. Se apretó contra mí. Y, aunque todavía estábamos vestidos, pude sentir su polla dura clavándose entre mis nalgas. No podría fingir que esto no me excitara. Mi polla me traicionó: estaba dura como una roca, apretando la tela de mis vaqueros. Su mano se movió hacia mi entrepierna. Y, sin dejar de besar y lamer mi cuello, pasó sus manos sobre mi bulto.
- Así es como me gustan mis hombres – dijo - Me gustan siempre cachondos, siempre empalmados, siempre rogando mis caricias, siempre con ganas de correrse.
Me las arreglé para decir "Sí", y me di la vuelta para poder besarnos.
Me había puesto muy cachondo solo con su boca. Era un buen besador. De hecho, mas que besar, era como hacer el amor con su boca. Me besó a cámara lenta, como si me estuviera saboreando, amando, lamiéndome la lengua, explorando el interior de mi boca, sorbiendo mi vida y reemplazándola con su alma. Me fundí con él, quería que me besara hasta la eternidad. Nunca me habían besado de esta manera, nunca imaginé que un beso pudiera ser tan sensual, tan erótico, que podría volverme tan borracho. Creo que ya lo amaba. Quería esto todos los días. Ni siquiera me importaba si hacíamos algo más o si las cosas se convertirían después en sexo puro y duro. Así de bueno era ser besado por él. Era el manjar más sabroso que jamás había comido.
Mi polo cayó al suelo Y, mientras seguía con su beso, me desabrochó la bragueta y dejó caer mis pantalones. Fue como la mano de un ninja, haciendo magia con ellos; sin apenas tocarlos, se habían deslizado por mis piernas. Luego, su mano se introdujo en mis boxers. Ahuecó mi polla, sopesándola, sobándola, palpándola, hasta llegar a mis bolas. Y todo el tiempo sin perder el ritmo de su embriagador beso que parecía no tener fin y que terminó cuando él quiso.
Me llevó a la cama sujetándome por la espalda. Y me quitó el resto de la ropa, me puso de rodillas encima de ella y quedó abrazado a mí, aunque todavía estaba vestido. Me acercó la boca a la oreja y dijo:
- Eres tan perfecto, tan guapo, tan delicioso… ¿Quieres que siga? Dime que quieres que siga, necesito oírlo de tu boca.
- Lo quiero - dije – quiero que sigas, me gustan tus besos, quiero que me des más… - porque era cierto.
Ya me sentía satisfecho con estar alli. Este hombre tan encantador, delicado y sexy era para mí como una revelación. Gentil, atento, generoso… un compendio de virtudes. No parecía importarle, al menos hasta ahora, su placer. Solo trataba de prestarme atención, de agradarme, de hacerme sentir deseado, de tenerme más excitado de lo que nunca podría recordar. Me separé para mirarle. Le abracé y me dejé caer de espaldas en la cama, arrastrándole conmigo. Estaba encima de mí. Envolví mis piernas alrededor de su cuerpo y sentí mi erección presionar contra la suya. Lo deseaba. Lo deseaba ya. Quería prescindir de otros preliminares y hacer que me follara en ese instante. Estaba lleno de lujuria y deseo.
- Te quiero… Fóllame, por favor.
- Lo haré – dijo – Pero déjame que disfrute antes de tu cuerpo, de este cuerpo tan delicioso que tienes.
Se movió hacia abajo y comenzó a jugar con su boca en mis pezones. Me volví loco al sentirlo ahí. Chupó mis pezones, los lamió, los mordisqueó, los succionó como si fuera un bebé. Jugó con ellos pasando la lengua en círculos alrededor de ellos, pellizcándolos, humedeciéndolos, hasta lograr endurecerlos como dos granos de arroz. Apreté el abrazo de mis piernas alrededor de su cuerpo y gemí. Él levantó mis brazos sobre mi cabeza y comenzó a lamerme las axilas como si fueran de algodón de azúcar. Lamió arriba y abajo, primero la izquierda, luego la derecha, turnándome para besarlas y empapar el vello con su saliva. Inhaló mi aroma y siguió haciéndole el amor a mis axilas con la lengua. Yo estaba loco de deseo. Y, antes de que pudiera protestar, se movió hacia abajo y comenzó a lamer el interior de mis muslos. El mismo juego en esa zona. Provocaba la piel sensible alrededor de mis bolas. Lamía, mordía con suavidad los muslos, recorriendo el camino hacia su interior. Cada vez más y más cerca de mi sexo. Yo gemía y mi corazón latía con fuerza. Mi respiración era agitada y mi deseo se iba haciendo casi insoportable. Sostuvo mi polla en su mano y la levantó mientras lamía mis cojones, por un lado y por otro. Las nuevas sensaciones inundaron mi cerebro. Me retorcí de placer fuera de control.
Por fin comenzó a chupar mi polla. Fue el remate final. No se parecía a nada que hubiera experimentado. Apoyó sus labios sobre mi glande, dejándolos caer para cubrirlo totalmente con una ligera presión. Su lengua acariciando mi piel sensible, lamiendo mis gotas de fluido, limpiando mi prepucio. Sabía exactamente lo que quería. Despacio, sin prisa, pero sin pausa, fue metiéndola en su boca. Mis dieciocho centímetros de miembro desaparecieron por completo dentro de ella. Podía notar su garganta aprisionándola, mordiéndola. La sacó despacio, bien empapada con su saliva. Volvió a metérsela hasta el fondo, tirando de mis bolas hacia abajo. No podía creer que ese hombre maduro y guapo me estuviera chupando la polla con tanto deleite. Chupaba arriba y abajo, la sacaba, lamía mi glande, absorbía mis jugos y comenzaba de nuevo. Una auténtica locura. Un martirio que no quería que acabara. Me iba a correr de un momento a otro si seguía así. Lo debió notar, por mis gestos y mis gemidos. Así que paró. Levantó mis bolas y fue en busca de mi culo. Me lamió el perineo y me hizo girar poniéndome boca abajo, para acceder a mi agujero. Tiró de mis nalgas hacia afuera y me ojete debió quedar expuesto como un cuadro en el museo. Su lengua salió disparada hacia la diana de mi rosetón. La sentí como un dardo caliente horadando mi agujero. Uuuufff, ¡qué delicia! Mi agujero se abría y su lengua entraba más y más dentro. Luego deslizó un dedo dentro de mí y comenzó a acariciar mi polla por debajo de mis caderas. Con mi polla en su mano y su dedo en mi culo, creí tocar el flotar en un mar de sensaciones sublimes.
- ¡Oh, Dios!, ¡Oh joder, me voy a correr…! -grité
Paró. Me giró de nuevo sobre mi espalda. Mi polla quedó sin presión y saco ligeramente su dedo de mi culo. Dejó de acariciarme la próstata y mis ganas de correrme cesaron de momento. No parecía tener ninguna prisa en que lo hiciera. Estaba haciéndome el amor, como un verdadero amante. Sabiendo cuándo aplicar más presión y cuando parar. Lamió mi incipiente precum sin detenerse mucho a chupar para evitar la corrida inminente en su boca. Parecía disfrutar de su sabor, mientras mantenía un ligero vaivén de mete-saca de su dedo en mi culo.
Otra vez sentí que me corría. Paró de nuevo sus caricias. Me dio la vuelta y me colocó a cuatro patas. Empujó mis hombros hacia abajo y elevó mi trasero en el aire. En esa postura, comenzó a besarme y a adorarme como a un dios. Le gustaba hacerlo. Su lengua jugaba con mi agujero, lamiéndolo rápido y luego lento, con fuerza o con suavidad. Lamió mi esfínter deslizando su lengua dentro de mi agujero, enviándome al nirvana. Al tiempo, agarró mi polla y comenzó a masturbarme con su otra mano. Yo sentía mi polla dura como una roca mientras su mano recorría el mástil arriba y debajo de forma cadenciosa. Entre las caricias de su mano y las lamidas de su lengua casi pierdo el sentido.
- Joder, Carlos, sabes a miel - dijo tomando aire.
Y sin demora siguió chupándome el culo y deslizando ocasionalmente un dedo dentro de él. Así, durante varios minutos. Sus caricias me hacían flotar, casi podía tocar el techo. Y mi ano estaba a estas alturas más que abierto, blando y receptivo, deseando tener dentro algo más contundente, algo cilíndrico, duro y caliente que llegara más profundo.
Seguí gimiendo, con los ojos cerrados, mientras me dejaba llevar por el placer, totalmente entregado a sus caricias. No sé cuanto tiempo estuvo jugando con mi polla y mi culo. El tiempo se había detenido y yo no tenía voluntad.
- Por favor, fóllame – supliqué con un hilo de voz – Fóllame… No aguanto más…
- Todavía no -dijo, y se levantó de la cama.
Comenzó a desnudarse. Descansé por un momento de sus caricias y pude tranquilizarme. Justo para observar como su cuerpo desnudo iba apareciendo a mi vista. Estaba en muy buena forma. Espaldas amplias, hombros y brazos fuertes y un pecho bien marcado con escaso vello. Su vientre, sin llegar a ser plano, marcaba ciertos abdominales. Se quitó los pantalones y los calzoncillos al tiempo. Apareció una hermosa polla, dura, bastante gorda y con una cabeza impresionante. Se colocó frente a mí y dijo:
- Enséñame lo que sabes hacer… - y deslizó su polla en mi boca agarrando con sus manos mi cabeza y empujando contra ella.
Su polla era más gorda que la mía y un poco más corta. Y a pesar de su grosor, su glande la superaba. En forma de hongo, pero esponjoso y suave. Destilaba un hilillo de líquido que sabía delicioso. Estaba depilado completamente y olía a limpio. Sin ese olor almizclado a polla que algunos tienen cuando no se lavan bien o no son muy escrupulosos con su higiene personal. Hice todo lo posible por chupársela tan bien como él lo había hecho conmigo. Pero sabía lo que quería, así que fue dirigiendo mis movimientos y su intensidad. Me hacía que bajara la velocidad cuando iba demasiado rápido, o que lo lamiera en un lugar particular o de una manera especial. Me enseñó cómo quería que le chuparan las bolas, algo que realmente le encantaba.
- Hazlo como te lo he yo hecho a tí… Piensa que todos lo hacemos como nos gusta que nos lo hagan y tendrás el éxito asegurado.
Le fui haciendo lo mismo que él me había hecho. No sé si con la misma maestría, pero si con igual empeño.
- Sí, así. Ahora hazlo así. Métela toda dentro de tu boca, contén la respiración, siente mi polla en tu garganta...Sí…, así… ¡buen chico!
Sacó su polla de mi boca y exprimió una gran cantidad de pre-cum en sus dedos. Los llevo a sus labios, los chupó y se inclinó para besarme, deslizando su lengua con sabor a él en mi boca. ¡Oh joder, estaba tan cachondo! Sabía exactamente qué hacer para excitarme. Después de besarnos, volvió a bajar mi cabeza sobre su polla y comenzó a follarme la boca otra vez, girando mi cabeza exactamente como le gustaba. Era firme en sus movimientos, pero no brusco. No golpeaba con su polla mi garganta de una manera dolorosa: lo hacía de una forma impulsiva, pero delicada. Tenía un ritmo increíble e implacable que me hizo sentir como una perra, una puta para él. Me agarró la cabeza y me usó. Relajé mi boca tanto como pude y cedí a su deseo.
Después de un largo rato dejó de bombear mi garganta. Recostó mi cabeza en la cama y dejó su polla dentro de mi boca, en lo más profundo. Yo tenía la boca tan abierta que me dolían las mandíbulas. Pero no podía quejarme.
- Solo mantenla ahí – dijo - Sí, así. Siente mi polla de hombre maduro dentro de tu boca. Está hecha para ti. Pruébala. Huele. Estás destinado a mi polla. Te gusta mi polla y jamás desearas otra.
Él no se movió de esa postura. A mí, me pareció una eternidad. Respiré por la nariz, relajé las mandíbulas y me sentí cómodo con su polla descansando dentro de mi boca como un chupete. Mientras hacía esto, comenzó a frotar y a tirar de mi polla. El placer era increíble. Quería que durara para siempre. Gemí, cerré los ojos y creo que me quedé dormido unos instantes con su polla entre mis labios.
Era evidente que estábamos listos para follar. Me quitó la polla de la boca y me dio la vuelta para que mi trasero estuviera otra vez en pompa. Quería follarme como a una perra. Me lamió el culo otra vez, deslizando su lengua dentro, preparándome. Luego sacó un tubo de lubricante de la mesita de noche y me lubricó bien por dentro y por fuera. Lo hizo a conciencia tomándose su tiempo, embadurnando cada rincón de mi agujero. Abrió el envoltorio de condón con los dientes y enfundó su polla dentro de ese saquito transparente.
- ¿Listo para mi polla? - preguntó.
- Listo, señor, sí señor…– quise hacer una broma militar
Aunque hubiera dicho lo contrario me hubiera dado lo mismo. Antes de que acabara la frase ya estaba insertando su hongo en mi agujero. Fue increíble: grande, enorme y fantástico. Entró despacio, sosteniendo mis caderas, metiendo su polla dura como un poste centímetro a centímetro. No sentí dolor alguno, solo placer. En apenas unos segundos la tenía enterrada hasta las bolas. Me sentí lleno, completo, con las paredes de mi ano extendidas al máximo. Feliz. No comenzó a moverse de inmediato. Solo lo justo para acomodarla dentro de mí.
- Sientes esto dentro de ti, ¿verdad? Así es como te quiero. Ahora eres mi perra, mi puta. Y ya estás lista para que te folle.
No pude responder. Solo gemí. La sensación era tan deliciosa que no quería perderme en diálogos estériles. Comenzó a deslizarse hacia afuera, y volvió a entrar, repitió, dos, tres, cuatro veces… Lento al principio, sin prisas, sin pausas. La velocidad fue incrementándose. Me estaba jodiendo bien, golpeando mis nalgas con sus bolas a cada entrada. Metió una mano por debajo y me frotó el pecho.
- Joder, que rico es este culo tan apretado. ¡Uuummm!
Me seguía follando con ritmo uniforme. Un buen baile de su polla dentro de mi culo. Con técnica, como el resto de esa noche, sin estar apurado. Follándome en esa posición sentí que el mundo se desvanecía a mi alrededor. Mi polla estaba laxa en ese momento, destilando pequeños hilillos de semen, pero yo solo sentía placer por el culo ¿Cuánto tiempo podría aguantar un hombre de su edad? Sin duda, tanto como él quisiera. Y más que cualquiera de mis amantes anteriores. Su polla y mi culo eran una unidad, un solo ente, hechos el uno para el otro.
Me folló sin descanso durante unos veinte minutos. Creo que tuve tres orgasmos, pues flotaba en una nube. Entregado a él sin voluntad propia. Luego me cambió de posición. De espaldas con mi trasero colgando del borde de la cama. Subió mis piernas y llevó mis rodillas hacia mis hombros, exponiendo mi dilatado ano.
- Ahora sí a joderte de verdad ese precioso agujero – dijo.
Y eso fue lo que hizo. Empujó su polla dentro de mí sin ninguna contemplación ni delicadeza y comenzó a follarme con una violencia inusitada. No podía evitar gruñir con cada embestida. Era bestial. Se inclinó y, sin cambiar de ritmo, selló mi boca con la suya. Nuestras lenguas se acompasaron al baile frenético de sus movimientos. Estábamos conectados y sentía las corrientes subir desde mi culo hacia mi boca, y bajar desde mi boca hacia mi culo. Un nuevo orgasmo me recorría el cuerpo. Mi polla estaba tiesa ahora. Seguía rezumando líquidos. Me corría sin tocarme. Nunca había sido poseído de esta manera. ¡Oooh, jodeeeerr…!
Unos minutos más de placer intenso y sentí que la presión de su polla me dilataba más el culo. Él estaba a punto de caramelo. Lo pude sentir. Se incorporó y agarró mi polla. –
- Me voy a correr si me tocas … advertí
Pero eso solo hizo que me follara más fuerte y me masturbara con alegría. Tras cuatro o cinco sacudidas, se abrió la esclusa y como un torrente, un enorme latigazo de esperma salió disparado hacia mi cara. Mis espasmos estuvieron a punto de hacer salir su polla de mi culo. Gemía y gruñía al tiempo. Fue la corrida más intensa que jamás haya experimentado. Tras el primero, un segundo, luego un tercero, un cuarto y hasta un quinto… No podía creer cuánto semen estaba expulsando; solo sé que mi pecho quedó inundado por tanto fluido blanco.
En ese momento el sacó su polla de mi culo, con el tiempo justo de quitarse el condón y soltar su primer latigazo encima de mi pecho y cara; el segundo dió de lleno en mi boca; los siguientes se mezclaron con los jugos en mi pecho y vientre. Agarré su polla con mi mano y la acaricié con ternura. La expresión de su rostro era de placer, de un placer sublime. De gozo y satisfacción por el deber cumplido. Su rostro se relajó. Sudaba por el esfuerzo. Ambos sudábamos. No me importó sentirle empapado sobre mí. Supe en ese momento que quería estar con él para siempre. Que me besara, me lamiera, me chupara, me volviera a colocar al borde de la cama y me follara una y otra vez. Quería ser su amigo para siempre. Estaría esperándole cada vez que volviera a Madrid.
Se tumbó a mi lado y abrazados, charlamos largo rato. Era médico de profesión, había venido a un congreso de expertos, pero que venía con cierta asiduidad. Tenía una clínica en Barcelona… Le conté que estudiaba ingeniería mecánica y que me iba de Erasmus a Stuttgart, de enero a junio. Prometí avisarle cuando volviera. Hablamos sobre cómo nuestra diferencia de edad no importaba, sobre lo que habíamos disfrutado. Me preguntó si tenía algún amigo que quisiera “hacerle compañía” cuando volviera a Madrid en mi ausencia. Le dije que no conocía a nadie. Era verdad, pero tampoco quería compartirlo. Saber que tenía un amante en Barcelona ya me irritaba, así que...
- Está bien, si no encuentro a alguien tan bueno como tú, te seré fiel - rio con su broma
Le devolví la sonrisa y abrazados y satisfechos, nos quedamos dormidos.
Felizmente satisfechos.
Diterbitkan oleh SirLawrence23
3 tahun lalu
Komentar
3
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samanthasissy65
samanthasissy65 8 bulan lalu
excepcional¡ me he vuelto loca¡ me imagino en tu lugar contigo cariño¡ XOXO ¡¡¡
Balas
Davo60 2 tahun lalu
FUCKN HOT
Balas
Teadorolorena
Teadorolorena 2 tahun lalu
LOCKY MAN...!!!
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