A primera hora
Parece un día como cualquier otro; sin embargo siento que estás un poco más sensible y cariñosa; aunque algo más tensa. Comentas que discutiste con tu marido; pero entonces te digo que ya va a pasar.
Entramos a mi oficina y te abrazo desde atrás y eso me provoca ganas de comerte a besos.
Mi boca busca la tuya, mientras tus manos juguetonas buscan mis caderas.
Te pido que te sientes frente a mí, con la excusa de organizar nuestro día laboral para mañana. Me pierdo en tus ojos y quedo extasiada mirando tus labios rojos, siempre húmedos y sensuales.
Te digo que estás muy hermosa; que quiero a comerte a besos; que me encantaría poder aspirar la fragancia de tu sexo; que me estoy mojando por vos. Estamos cada vez más cerca una de la otra; de repente ya estamos besándonos como si quisiéramos devorarnos…
Comienzo a besar tu cuello, eso provoca que te humedezcas rápidamente.
Mi lengua enseguida pasa a tus pechos de miel; logro quitarte los tirantes de tu sostén y esas bellezas caen entre mis manos. Te los acaricio con mis labios y las yemas de mis dedos, mientras te siento temblar…
Ahora tus manos recorren mis piernas; sabiendo que eso me vuelve totalmente loca de placer. Tus dedos encuentran mi tanga de encaje y, en un par de segundos, la hacen desaparecer de mi cuerpo.
Una brisa fresca recorre mi vientre y ahora la humedad que siento allí abajo me indica que tus dedos escurridizos y traviesos han encontrado algo para entretenerse.
Entonces separo mis muslos y te dejo entrar; muero de ganas por sentir tu lengua sedosa hundiéndose en el fondo de mi humedad.
Empiezo a gemir y te oigo ronronear como una gata en celo, mientras tus dedos ahora palpan lo que no ya puedo ocultarte por más tiempo.
Al principio solo parece una leve sensación placentera; pero pronto se va transformando en algo que comienza a vibrar y a crecer desde allí abajo.
Al final es una explosión. Me quita todo el aire y te miro con mis ojos bien abiertos mientras comienzo a aullar pronunciando tu nombre. Tiemblo mientras no puedo dejar de jadear sin control.
Por fin me abrazas y entonces sé que todo está bien. Me sueltas, me besas delicadamente y ahora te acomodas boca arriba sobre el escritorio…
Entonces presiento que es mi turno…
Entramos a mi oficina y te abrazo desde atrás y eso me provoca ganas de comerte a besos.
Mi boca busca la tuya, mientras tus manos juguetonas buscan mis caderas.
Te pido que te sientes frente a mí, con la excusa de organizar nuestro día laboral para mañana. Me pierdo en tus ojos y quedo extasiada mirando tus labios rojos, siempre húmedos y sensuales.
Te digo que estás muy hermosa; que quiero a comerte a besos; que me encantaría poder aspirar la fragancia de tu sexo; que me estoy mojando por vos. Estamos cada vez más cerca una de la otra; de repente ya estamos besándonos como si quisiéramos devorarnos…
Comienzo a besar tu cuello, eso provoca que te humedezcas rápidamente.
Mi lengua enseguida pasa a tus pechos de miel; logro quitarte los tirantes de tu sostén y esas bellezas caen entre mis manos. Te los acaricio con mis labios y las yemas de mis dedos, mientras te siento temblar…
Ahora tus manos recorren mis piernas; sabiendo que eso me vuelve totalmente loca de placer. Tus dedos encuentran mi tanga de encaje y, en un par de segundos, la hacen desaparecer de mi cuerpo.
Una brisa fresca recorre mi vientre y ahora la humedad que siento allí abajo me indica que tus dedos escurridizos y traviesos han encontrado algo para entretenerse.
Entonces separo mis muslos y te dejo entrar; muero de ganas por sentir tu lengua sedosa hundiéndose en el fondo de mi humedad.
Empiezo a gemir y te oigo ronronear como una gata en celo, mientras tus dedos ahora palpan lo que no ya puedo ocultarte por más tiempo.
Al principio solo parece una leve sensación placentera; pero pronto se va transformando en algo que comienza a vibrar y a crecer desde allí abajo.
Al final es una explosión. Me quita todo el aire y te miro con mis ojos bien abiertos mientras comienzo a aullar pronunciando tu nombre. Tiemblo mientras no puedo dejar de jadear sin control.
Por fin me abrazas y entonces sé que todo está bien. Me sueltas, me besas delicadamente y ahora te acomodas boca arriba sobre el escritorio…
Entonces presiento que es mi turno…
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