"LA DONACIÓN DE PATRYZIA (2 parte)

LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ CON LA "DONACIÓN DE PATRYZIA"

Realizar donaciones, aunque sean en especie, a uno siempre le resulta grato. Es una de las más nobles virtudes que, con frecuencia terminamos sintiendo más placer en dar que en recibir. No obstante reconozco que redactar y compartir en mi blog “La donación de Patryzia” fue tal vez un acto de poca humildad por mi parte.
También confesar que mi entusiasmo por transcribir lo que sucedió aquella noche, me supuso faltar a la verdad y diluir una serie de detalles.
Alguno poco importante, como el error al mencionar el nombre del vino que abrimos en aquella velada y que realmente habíamos descorchado dos días antes. Me confundí. Por el tipo de cena, aquel sábado preferí abrir un Magnum PS, de Bodegas Aalto, un tinto que nunca decepciona y que siempre me gusta compartirlo y reservarlo para las buenas ocasiones.
Otros eran más notables y obviaban el trato humillante que realmente recibió Patryzia aquel sábado 22 de diciembre y que ahora me gustaría revelar.
La discordancia con lo que había narrado inicialmente comenzaba justamente cuando terminamos de cenar. Fue en ese momento cuando le pedí a Dante que me disculpara unos minutos mientras yo iba a buscar hielo para servirnos una copa. Era un buen momento para abrir una botella de whisky Macallan Reflexion que un buen cliente me había regalado, después de cerrar con éxito una operación corporativa conjunta.
Patryzia me aguardaba en la habitación. Recuerdo que me impacienté mucho porque aún no estaba lista. Se duchó, se maquilló y se perfumó, pero aún tenía la duda de qué ropa ponerse para salir a recibir a Dante. Enfadado cogí a Patryzia por su sexo y la obligué a situarse delante del armario para que seleccionara el modelo de lencería más adecuado. La fortuna la llevó a optar por uno de mis modelos preferidos y aun por estrenar: Lise Charmel. Finalmente eligió de los estantes de su mesa tocador, un sobre de medias cortas por estrenar. Siempre disponía de un stock importante de ellas, habitualmente de la marca Cervin, ya que una vez utilizadas, la obligaba a remplazarlas o dárselas a nuestra sirvienta Melissa.
Aunque era una extravagancia por mi parte, se trataba de asegurarme de que en sus piernas no apareciera ninguna arruga ni tampoco carrera, pues todas eran muy finas y transparentes con 10 deniers como máximo. Porcentajes superiores, siempre las descartaba a pesar de la obstinación de ella.
Patryzia apareció en la sala comedor inmediatamente después de que Dante agitara la campana. Se colocó justamente delante nuestro, de pie y con las piernas un poco abiertas. Su sexo no ofrecía dudas....lo estaba pasando francamente mal.
Me levanté y le pedí a Dante que se pusiera enfrente de ella. Después agarré a Patryzia con firmeza por el cuello y la obligué a arrodillarse. Era una situación que temía ya que posteriormente tenía que desabrocharle el pantalón y su ropa interior.
Me senté de nuevo en el sofá para observar y disfrutar la escena con una mayor perspectiva. Patryzia me miró fijamente a los ojos en señal de contrariedad, e inmediatamente se dio cuenta de la falta de higiene del invitado y la suciedad impregnada en su pestilente ropa interior. Pero aún faltaba lo peor. El pene de Dante era de una dimensión fuera de lo común, algo que no había previsto y que suponía un riesgo para su segura penetración posterior.
La realidad fue en aumento cuando Dante me pidió permiso para masturbarse delante de ella.
Dante no creía lo que le estaba pasando. Nervioso por no perder el tiempo me pidió autorización para utilizar un electro estimulador. Cuatro electrodos conectados por cable a una caja analógica de 175 Hz, uno de los más potentes que se venden actualmente en el mercado. Hacía tiempo que yo no lo había utilizado por que Patryzia no lo soportaba.
Dante nunca había visto uno de ellos y tuve que dedicar unos segundos a explicarle su funcionamiento, advirtiéndolo del dolor que le podría producir a Patryzia si lo manejaba a su máxima potencia, pero no quise ponerle límites. Dos parches-electrodos los colocó en su sexo. Luego la sentó en la silla, la descalzó y le coloco los otros dos en su planta de los pies, pegados a sus medias, muy cerca de sus dedos.
Tan solo unos segundos bastaron para verla retorciéndose de dolor. Le pedí unos segundos de pausa. Me preocupaban sus gritos y lo que podrían decir los vecinos a pesar de que el apartamento lo tenemos muy bien insonorizado.
Me fui de nuevo a la habitación para buscar sus pañuelos de seda especiales para estas ocasiones. Enrollé uno de ellos y se lo coloqué dentro de su boca. Dante continuó atormentándola durante casi cinco minutos: primero su pie derecho, después su sexo, de nuevo el pie derecho, después el izquierdo y finalmente los cuatro electrodos conectados a la vez… y asi durante 300 segundos inacabables para Patryzia.
Dante estaba muy excitado. Era el momento que había elegido para su primer orgasmo. La apuntaló en el apoyacabezas de uno de los sillones. Dos toques bruscos de sus pies bastaron para separarle sus piernas.
Previendo el dolor que soportaría de nuevo Patryzia, me coloqué delante de ella acariciándole sus labios, su cara, su pelo…hasta que vi que Dante iniciaba la penetración. En ese instante la besé dulcemente en sus labios introduciéndole poco a poco mi lengua para que el dolor se diluyera y pensara que me tenía a su lado. Durante el tiempo que duró la escena, no dejó de apretarme la mano hasta que Dante la empujo violentamente y tuvo su primer y largo orgasmo: sinceramente parecía más bien un dispensador de jabón.
Nos tomamos un descanso y volvimos a servirnos una copa de Macallan sentados cómodamente en el sofá. Patryzia hizo lo mismo pero en el suelo, en una de las esquinas del comedor, con una botella de agua para que se hidratara y una toallita para limpiarse. Aun no habíamos acabado sexualmente con ella.
Durante este tiempo conversamos de muchos temas, hasta que acabamos hablando de su situación personal y lo despreciado que se había sentido por una sociedad muy poco solidaria. Se sentía muy dolido.
También hablamos de sexo y lo aburrido que era para él tener que masturbarse siempre solo, por la noche y en las esquinas de las calles menos transitadas. Por este triste motivo le insistí que ahora tenía una buena oportunidad de compartir sus sueños sexuales más extremos con Patryzia.
Después de tomarse un trago largo de whisky y volverse a llenar el vaso me preguntó si podía utilizar la caña y el látigo con ella. Instintivamente Patryzia me miró fijamente, esperando una clara respuesta negativa. Me levanté y fui a buscarlos en el maletín, pero le advertí que tan solo podía darle 20 azotes (o caning) en un periodo de 10 minutos. Ninguno más, pero pudiéndoles repartir temporalmente como él quisiera. Patryzia contrariada movía su cabeza expresando negativamente la decisión que había tomado.
Dante la obligo a levantase del suelo y a colocar sus manos en la nuca, recogiendo al mismo tiempo su extensa cabellera rubia. De nuevo dos toques para separarles las piernas. Fueron 20 azotes seguidos y de extrema dureza. Dante había decido repartirlos en tan solo un minuto. Patrizia exhausta y totalmente sudada empezó a llorar mientras sus piernas se iban flexionando de forma inevitable hasta caer al suelo. Poco podía hacer por mi parte, tan solo le acerqué la botella de agua mineral y le sequé su cara con una toallita humedecida con su colonia fresca preferida.
Le pedí a Patryzia un último esfuerzo y su máxima implicación con nuestro invitado.
Este había decidido acabar con Patryzia tal como lo había hecho al inicio.
De nuevo Paryzia se acercó a él, se arrodilló, le desabrochó sus pantalones y le bajó al mismo tiempo su pantalón y su mal oliente ropa interior. Dante había escogido masturbarse por primera vez delante de alguien y en esta ocasión la elegida era su anfitriona.
Sus gruesas manos empezaron a deslizarse por su inacabable pene mientras ella le lamía con su lengua cada uno de sus dedos, tal como yo le enseñé.
Llegábamos casi al final. No quería que ella se sintiera sola. Me pareció que lo mejor era acercarme por atrás y empezar a besarle de nuevo su cuello, sus orejas, su espalda… mientras la penetraba lentamente, sin brusquedades… tal como a ella siempre le ha gustado.Para premiarla por su buena actitud le rozaba su sexo con un vibrador de masaje, con pausas y toques cada 15 segundos.
Dante explotó y la cara de Patryzia era un collage de semen, sudor, rímel y pintalabios. Unos pocos segundos más tarde ella hizo lo mismo. Finalmente me corrí yo llenándola profundamente de semen.
El final ya lo saben. Creo que esta vez “La Donación de Patryzia” cumplió de sobras los objetivos que nos habíamos propuesto.
Ahora esperaremos el 2019 para ser de nuevo solidarios. Ya tenemos fecha. La noche del 21 de Diciembre. A Patryzia no le gusta que se lo recuerde.
Veröffentlicht von candlesrooms
vor 5 Jahren
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Gracias por deleitarme con el relato. Feliz Año. Besos
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