staba de rodillas delante de Mi Diosa, masajeando sus pezones, mientras escuchaba a mi espalda como los otros perros satisfacían al otro hombre. Me movía acariciando esos enormes y preciosos pechos, cuando me di cuenta que algo me rozaba las nalgas. Me fijé y era el arnés que Mi Diosa aún llevaba puesto. Lo notaba rozándome mientras me movía y la acariciaba extendiendo la crema. No estaba seguro de si a ella le gustaría pero decidí tomar la iniciativa. Sin que ella me dijese nada acomodé mi culo para que el arnés quedase en mi raja. Poco a poco sin dejar de masajearle los pechos me fui sentand… Ler mais