Roles

Roles
Todos en la vida jugamos distintos roles en todo momento. Somos hijos, hermanos, amigos, padres, empleados o jefes. Mis roles siempre fueron caracterizados por la timidez, por ser un hombre tranquilo, buenos, de esos que no llaman mucho la atención. Pero en la clase de teatro siempre a modo de ejercicio representamos a personas muy distintas a nosotros y eso me divierte mucho.
La otra noche al salir de la clase con Sandra, una compañera con la que siempre congeniamos en teatro, decidimos ir a tomar algo. Nos gustaba conversar mucho y como la conocí en un ambiente muy distinto al mío habitual, podía contarle todo y hablar de diversos temas sin tapujos. Luego de unas cervezas vino a la mesa el tema del sexo. Me contaba que le gustaba el sexo duro, con cachetadas, golpes y ataduras.
-Ojo, tampoco ir al extremo –dijo.
Yo no podía imaginarlo, ella siempre era tan cordial y su cuerpo era pequeño. Por mi parte a la hora de tener sexo ni siquiera decía palabrotas. Es más, acostumbraba decir “hacer el amor” en vez de “tener sexo”. Lo que provocó una discusión de lo más interesante. Ella sostenía que eran dos cosas distintas.
-Uno hace el amor con su marido, o con un ser amado –sostenía vehementemente- pero podes tener sexo con cualquiera.
-No, ¿cómo con cualquiera? –le discutía. Me parecía inconcebible la idea de hacer el amor con cualquiera.
-Es que no es hacer el amor! –me repetía – y tampoco es con cualquiera, vas a pensar que soy una loca.
-Jamás pensaría eso.
-Podes tener sexo con alguien que tengas onda, con alguien que tengas piel, química, como se dice.
-No lo sé – No terminaba de convencerme sus argumentos.
-Por ejemplo, nosotros dos.
-Nosotros dos, ¿qué? – le respondí confundido.
- Que nosotros dos podríamos coger, y estaría buenísimo. Y no sería hacer el amor.
Cuando dijo la palabra coger, sentí como una electricidad que me recorrió el cuerpo. No lo esperaba. Sentí que estaba teniendo una erección. ¿En qué momento la charla había derivado hacia la posibilidad de tener sexo entre nosotros? En segundos me imaginé su frágil cuerpo, su suavidad, su dulzura. Sin dudas sería placentero.
-Te has quedado mudo, ¿qué piensas? –Me preguntó.
-No, no sé, nada. –Dije titubeando más de lo que quería.
-¿No te gustaría acostarte conmigo? -Me preguntó sin darme tiempo a reponerme.
Mi erección ya era mayúscula.
Si, va, no sé. Sería lindo hacer el amor contigo, pero tienes pareja….
-¿Quién dijo algo de hacer el amor? Yo dije acostarnos, coger, tener sexo, como prefieras llamarlo.
-Pero Sandra…. eres terrible –sonreí nervioso. Debía cambiar mi actitud, o quedaría con un tonto. –Claro que me gustaría acostarme contigo –dije utilizando una voz gruesa y áspera.
-Pero ten en cuenta que a mí me gusta el sexo duro… ¿te animas? –Me desafió.
-Por supuesto –dije sin saber bien a que se refería. Apuré la cerveza de un sorbo y nos fuimos para su apartamento que estaba a escasas cuadras de allí.
Cuando íbamos subiendo en el ascensor me advirtió que sería sólo sexo, no podía enamorarme y que valoraba nuestra amistad y quería que continuara. Yo le respondí que sí, que no habría problemas. Me sentía muy nervioso y excitado a la vez.
Cuando entramos a su departamento me indicó que sirviera unas copas y que le diera un momento para prepararse.
-Esto te gustará –me dijo –tómalo como un ejercicio más de teatro. Será por lejos, tu mejor clase.
Sin duda que lo sería. Busqué entre las botellas que había en un mueble y tomé una botella de ron. Serví dos copas y me tomé la mía de un sorbo para darme coraje y la volví a cargar.
Luego de unos minutos Sandra me llamó desde su habitación. Fui con las dos copas en la mano y al entrar la vi. Lejos de ver lo que me había imaginado, a la dulce Sandra, a la pequeña, frágil y suave Sandra. Que imaginaba vestida con ropa interior blanca de algodón… Lejos de imaginarla amorosa y dulcemente sensual… Estaba de pie junto a la cama. Vestía de negro. Tenía medias de seda negras con ligas y porta ligas. Su ropa interior era o parecía de cuero o plástico no llegue a distinguir desde mi posición y también llevaba un corset del mismo material. Toda de negro, con unos grandes tacos, de pie, con las piernas abiertas y una expresión desafiante me dijo:
-¿Preparado? – preguntó con una voz felina que no había escuchado antes.
Me dije que debía interpretar un rol, dejarme llevar y disfrutar y lo hice. Me acerque lentamente con las copas en la mano y le ofrecí una. Ella rechazó con la cabeza y yo tomé la mía, nuevamente de un trago para darme ánimo. La necesitaba.
-Hazme tuya –me dijo.
La tomé firmemente de la cintura y fui a besarla, pero me frenó en seco.
-No estas entendiendo –me dijo – quiero que me hagas tuya, que me domines, que me pegues, que me cojas como si fuera una puta, tu puta.
Abrí los ojos bien grande, pero conservé la calma, era cuestión de entrar en una papel, de interpretar a un tipo duro.
-Muy bien –dije usando la voz más áspera que pude modular – Vas a ser mía.
-Insúltame – me pedía.
-Cierra la boca, puta, o tendrás problemas.
-Y si no quiero ¿qué harás? –me desafió.
-Tendré que golpearte, perra –Le dije.
-No tienes huevos para eso –volvió a desafiarme.
Nuestros ojos estaban fijos unos en los otros. Nos desafiábamos con las miradas. Yo pensaba si realmente quería que la golpeara. ¿Cómo hacerlo? Me habían inculcado que a las mujeres no se las golpea, debía romper con los mandatos impuestos. Pero era una actuación debía animarme.
Le di una bofetada suave que apenas se escuchó.
-A eso le llamas golpear, marica –me dijo.
Volví a pegarle esta vez un poco más fuerte “plaff” sonó en el aire. Plafff!!! Me devolvió el golpe pero mucho más fuerte. Sentí que mi mejilla ardía. Plafff!!! Le di otra más fuerte yo y ella me devolvió una más fuerte aun. Así siguieron unas cuantas cachetadas que hicieron que perdiera el sentido de la realidad. Solo estaba ahí, nada más importaba. Ni los mandatos, ni la vida real, ni la amistad. Éramos un hombre y una mujer golpeándose, excitados intentando dominarse el uno al otro. La empujé sobre la cama apartándola de mí y tomé de su mesa de luz unos pañuelos de seda negros.
Ella me miraba desde la cama, ambos teníamos las mejillas rojas al igual que la mirada. En nuestros ojos había lujuria, en mi boca tenía mucha saliva. Quería que Sandra fuera mía y sólo lo lograría si lograba dominarla y era una verdadera fiera.
-Ven aquí –le dije con voz firme y gruesa.
-Y sino ¿qué? –me volvió a desafiar.
-Deberé volver a golpearte –le dije.
Se paró y vino hacia mí. Le indique que se sentara en una silla que había puesto en el centro de la habitación. Tomé sus manos y las até a la parte posterior de la silla. La postura hacía que los pechos se hincharan. Yo estaba profundamente excitado, mi pene estaba tan duro que dolía.
Me agache y toqué sus piernas, sentí la suavidad de la seda, toqué su piel, caliente, suave. Notó que estaba disfrutando de su sensualidad.
-¿Te vas a poner romántico? –me preguntó.
Le di una bofetada que le hizo dar vuelta la cara y de sus labios corrió un hilo de baba. Estaba excitada, lo notaba. Yo hubiese preferido amarla suavemente pero ella lo quería así y la verdad es que a mí comenzaba a gustarme el papel de dominador.
-Si sigues desafiándome tendré que castigarte –le advertí.
Abrí sus piernas. Me gustaba como se veía. Comencé a desprenderle el corset que era de un cuero negro muy suave y brilloso. El aroma del el perfume ella, mezclado con el sudor y el cuero realmente eran muy excitantes. Desabroche todos los pequeños botones que lo mantenían unido en el frente. Su brasier también de cuero, tenía un sistema que podía quitarse las partes que contenían sus pechos y quedaba solo las tiras que los enmarcaban. Me encantó lo que vi. Dos tetas no demasiado grandes pero de buen tamaño, con los pezones rosados. Les pase la mano, los pellizqué delicadamente pero noté que quería más y volví a hacerlo un poco más fuerte, dio un grito de dolor.
-¿Te gusta? –Le pregunté.
No respondió, entonces le di un golpe en uno de los pechos con la mano abierta, no tan duro pero lo suficiente para que la piel sonara con una bofetada. El pezón se endureció al contacto y volví a golpearle pero el otro pecho. Los pezones se habían puesto muy duros. Los lamí, los mordí suavemente, los escupí y volví a lamerlos, notaba como se excitaba más y más con mis acciones. Le gustaba que la golpeara, que la escupa, que le diga que era una puta.
-Ahora abrirás bien la boca, zorra –le dije con determinación. –Vamos ábrela le repetí.
La abrió y la dejo abierta. Lentamente desabroche mi cinturón de cuero, lo quite de mis pantalones y lo enrolle en mi mano. Mientras la miraba amenazante. Desabroche los botones de mi jean y lo abrí, introduje la mano en mi bóxer y saqué mi pene muy duro. Tenía la cabeza muy mojada producto de la extensa excitación que ya llevaba más de media hora duro.
-Ahora lo vas a chupar –le dije – y si no me gusta como lo haces tendré que golpearte con el cinto.
Me quité la remera, los zapatos el jean y el bóxer. Tomándome mi tiempo. Ella aguardaba con la boca abierta. Por el borde de sus labios deslizaba un hilo de saliva.
-Saca la lengua –le exigí y cuando lo hizo le acerque mi pene. –Ahora sentirás el sabor de mi verga. –Sabía que le gustaban las palabras duras.
La cabeza de mi pene latía fuertemente y estaba sumamente tersa y brillante, de un morado suave. Se la acerque a la boca y le pedí que lo lamiera. Lo hizo. Envolvió la cabeza con su lengua, la introdujo en su boca.
-Cuidado con los dientes –le recriminé y la castigue golpeándola con el cinto en las piernas. Dio un grito de placer y dolor. –Ahora continua le ordené.
Yo estaba de pie, casi en puntas de pie para alcanzar su boca y ella me chupaba el pene con gran placer. La sensación era indescriptible, de un placer supremo. Entre la dominación y los golpes estábamos en un estado de éxtasis total. Estábamos alejados de la realidad entregados al placer. No había lugar ni hora, ni música, ni nombres. Éramos solo ella y yo. Y ella debía obedecerme. Me chupó la cabeza y el tronco de mi pene, lamió mis huevos y me hizo temblar del placer. Le introduje la verga hasta el fondo, tuvo arcadas y babeo intensamente. Los ojos estaban enrojecidos.
Desaté sus manos y le pedí que se pusiera de pie. La incline para que sus manos tomen el respaldo de la silla y le quite la tanga de cuero que al quitarla noté que estaba empapada.
-¿Estas caliente? –le pregunté
Estaba muy mojada. Con la palma de la mano le di una nalgada. Dio un respingo de placer así que le di otra y otras más. Aumentando la intensidad en cada golpe.
-Esto te gustara –le dije.
Tomé sus manos y las até al respaldo de la silla. Hice que apoyara una rolilla sobre el asiento y dejara el otro pie, con tacos en el piso. Toqué con mis dedos su vagina y estaba muy mojada, comencé a golpear suavemente y causaba un sensual ruido de chapoteo. Con cada golpe de mi mano en su clítoris, ella vibraba de placer. Noté que una lágrima caía por sus mejillas. Golpeé con el cinto de cuero suavemente su vagina, cuando noté que no quería más, tomé mi verga que estaba muy tiesa, con las venas muy hinchadas. Comencé a golpear su vagina empapada con la cabeza de mi pene, con golpes cortos y duros.
-¿Lo deseas? –le pregunte.
-Sí, métemela –me respondió, necesitada de sentirla adentro.
De un empujón se la introduje hasta el fondo, estaba muy dilatada. Se sentía muy bien, cálido, mojada, se escuchaba el ruido de nuestros cuerpos chocar, el ruido del chapoteo de los fluidos. La cogí durante largos minutos, los gemidos de placer eran cada vez más altos. De a ratos se retorcía un poco y gritaba más fuerte, creo que experimentaba orgasmos.
El interior de sus piernas estaban empapadas, finos ríos de placer emanabas de su vagina ardiente. Me unte la mano derecha y con los dedos bien mojados y resbalosos lubrique su ano. Un medo abrió el camino, mi verga fue después. Estaba muy estrecho y apretado y gritos de dolor cruzaron la habitación cuando presioné más y más para llegar bien hasta el fondo, cuando comenzó a salir y entrar, el dolor se convirtió en placer, puro placer. Faltaron pocos minutos para que acabara con fuerza dentro de su culo y en su espalda.
La desaté, mientras nos acostamos prometimos volver a hacerlo. Me dijo que para ser mi primera vez no había estado nada mal, pero que tenía mucho por aprender.

este relato lo encontre por ahi
发布者 MrDday
6 年 前
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