Nuestro primer encuentro "PARA TI MUJER"

Llegó el ansiado día de nuestro encuentro. Yo te recibí con una rosa roja, y tú me saludaste con un abrazo y un intenso y apasionado beso. Era tal el deseo contenido que apenas si pudimos cerrar la puerta detrás de nosotros. Te llevé en brazos a la cama, te tumbé allí y comencé a besarte entera. Entonces reparé en lo que tenía ante mis ojos. Quisimos vernos con claridad.
Allí estabas tú, tan bonita, tal y como te había imaginado: cuerpo bien proporcionado, formas sugerentes, bonitas piernas y un rostro hermoso en el que se traslucía la felicidad. Te habías vestido con elegancia pero también con un cierto aire provocador. Querías seducirme y lo lograste. Provocando en mí un gran deseo
Uno a uno fui desabrochando los botones de tu chaqueta, mientras tú, juguetona, no parabas de besarme y acariciar mi torso. Conseguí dejar al descubierto una blusa blanca que se ajustaba a tu cuerpo y dibujaba sus pechos redondos, grandes y pezones erectos. Mis manos acariciaron tus hombros desnudos, tu cuello recto y bien formado, tu escote insinuante y provocador. Llegado a este punto ya no me dejaste seguir. Me tumbaste en la cama y me desnudaste con furia. A medida que mi piel iba quedando al descubierto.

Me llenabas de besos, tu lengua me recorría por doquier y no quedó un rincón sin explorar. Yo quería poseerte, penetrarte, lamerte, acariciarte... más tú, me mantenías inmovilizado ya que te encontrabas sentada sobre mí. Por fin conseguí librarme de mi sujeción y te aprisioné bajo mi cuerpo. Tú te volviste impaciente y tras forcejear un rato te rendiste a mis deseos complacida. Comencé a quitarte la ropa despacio par saborear así cada centímetro de tu piel que se mostraba ante mí por primera vez. Tu cuerpo era un territorio sin explorar y quise recorrerlo pausadamente. Bajé los tirantes de tu blusa y la deslicé hacia abajo. Se detuvo en tus caderas de donde la retiré al tiempo que desabrochaba tu falda. Tú habías cuidado hasta el más mínimo detalle y debajo de la ropa llevaba un sugerente bodi negro que dibujaba tu silueta perfecta. Me detuve contemplándote y te acaricié con deleite. Me gustaba sentirte en mis manos. Ahora eras mía, sólo mía y quería disfrutar de cada minuto, de cada segundo... Pretendía llevarme de ti un recuerdo imborrable que fuese capaz de calmar las largas horas de angustia y soledad que me atormentaban en tu ausencia.


Comencé a besar tu cuello, descendí por tu cuerpo y llegué a los muslos redondeados. En ese momento noté cómo tú te estremecía al sentir el roce de mis labios suaves y húmedos. Tu respiración empezó a agitarse, abres tus piernas y me pides impaciente que la tomara. Entonces te desnudé ansioso y tu cuerpo me entregas sin resistencia. Enterré mi pene erecto en tu coño húmedo y sentí un gozo indescriptible. Era un lugar acogedor, cálido, palpitante. El leve movimiento de tus caderas permitía que te penetrara profundamente mientras deslizaba mis labios por tus pechos. Tus pezones erguidos resbalaban por mi boca, mi lengua jugaba con ellos y tú entretanto, te estremecía de placer. De repente decidiste tomar la iniciativa, me apartaste a un lado y vi cómo te levantabas de la cama con resolución. Por un momento sentí miedo y temí haber hecho algo que te hubiese m*****ado. Mas no fue así. Tú excitante y siempre provocadora pretendías darme una sorpresa y lo conseguiste. Cuando regresas a mi lado traías un objeto. Le pregunté de qué se trataba y te limitaste a reír al tiempo que introducías tu mano en esa especie de tarro, te la llevaste a la boca y luego me besaste. Noté un delicioso sabor dulce: era nata.


Yo me sentía perplejo pues nunca antes habían jugado conmigo como te disponía a hacerlo. Me tumbaste en la cama, te sientas sobre mí y te inclinas poco a poco hasta que nuestros pechos se unieron. Tus besos pequeños y rápidos se prodigaron por mis mejillas, mi cuello y mi cuerpo hasta llegar a mi sexo. Lo tomas entre sus manos y depositas en él una buena dosis de nata. Yo me sentía un poco ridículo pero al ver la fruición con la que tú lamías mi polla, como si de un helado se tratara, se borró de mi mente todo reparo y me dispuse a disfrutar. Tu lengua, ágil, bordeaba mi pene, y Tus manos expertas acariciaban mis testículos proporcionándome tal placer que estuve a punto de regar tu boca con mi semen, pero me contuve. Más tarde lo introduces en tu boca y succionabas con energía presionándolo entre tus labios. Te lo introduces a fondo, hasta que con el llego a tocar tu garganta, sintiendo todo el calor de tus boca, a lo largo de todo el


Me propuse que tú llegaras antes que yo al orgasmo así que decidí poner fin a tu actividad e inicié la mía. Hice que te acostaras y, con uno de mis dedos untado en el dulce, dibujé mil caminos sobre tu piel. Tú reía con este juego y yo me sentía feliz al verte gozar. Allí estábamos los dos, desnudos, desinhibidos y disfrutando como en la vida habíamos soñado. Te deseaba locamente y mi pasión desbordada no tenía límites. Me dispuse a chupar tu cuerpo y no sabría decir qué sabía mejor, si la golosina con que la regué o tu tersa y suave piel. Cuando mi lengua llegó a su vientre se perdió en tu ombligo, descendió hasta su vello púbico y encontró por fin tu sexo. Enterré mi cabeza entre sus piernas, lamí su coño con extrema delicadeza y tú empezaste a agitarte con suavidad. Te oí gemir: ahora gozabas conmigo y no se trataba de un sueño. Al tiempo que te estremecías te agarré por la cintura y sujeté sus caderas redondeadas.


Quería moverme con contigo y sentir la cadencia de tu balanceo para fundirnos ambos en una danza sensual y misteriosa que nos arrebatara el sentido. Nos detuvimos un instante y Tú, con un hilo de voz, me pides que me siente en el borde de la cama y te penetrara en esa postura. Yo no sabía cuánto más podría contenerme pues me encontraba al límite del paroxismo. Obedecí tus órdenes y tú te colocas sobre mí. Experimenté un inmenso placer al sentir cómo mi polla dura y empinada rozaba lo más profundo de tus entrañas. Una y otra vez Tú te agitaba con ritmo, gemía en mi oído vertiendo en mi cuello tu cálido aliento. En un minuto tus dedos se clavaron en mi espalda y empiezas a gritar y a agitarte. Esto me excitó tanto que descargué mi semen dentro de ti. Una violenta sacudida recorrió nuestros cuerpos que, entrelazados, se estremecieron de placer. Tardé unos instantes en recobrarme y cuando lo logré me di cuenta que tú me estaba besando con ternura inusitada. Sin mediar palabra te acurrucó a mi lado, acomodó tu cuerpo al mío y descansó tras tu febril actividad.


Así estuvimos un buen rato, hablando y riendo. Repasamos con la memoria nuestras conversaciones en nuestros correos y chat, y eso hizo que poco a poco el deseo renaciera. Aún estábamos untados de nata, así que, siguiendo el juego que tú ya habías empezado, procedí a lamerte nuevamente: los senos, el vientre y tu sexo. Permanecí allí, complacido, durante maravillosos instantes, saboreando tu excitación, chupando tu clítoris, penetrándote con mis dedos y mi lengua. Pero mi imaginación no estaba agotada. Mi lengua, que seguía explorando atrevidamente tan íntimos recovecos, encontró tu ano. Sin ningún pudor seguí lamiendo tu culo, mientras tú abrías las piernas para permitir que la penetrara más fácilmente. Mis dedos entraban en tu mojada y caliente vagina y mi lengua acariciaba tu coño una y otra vez, hasta que estuvo bien humedecido.

Adivinaste lo que pretendía hacer. Me miras y con provocación me dices: Quiero que me folles. Quiero sentir en mi culo tu polla dura. Y antes de que pudieras arrepentirte de tu ofrecimiento te eché de espaldas sobre la cama y empecé a sobar tus nalgas. Tomé mi polla, puse la punta junto a ese excitante y minúsculo agujero y comencé a empujar con suavidad, hasta que poco a poco fue abriéndose paso, pudiendo conseguir finalmente que mis testículos rozaran su entrada. Mi polla te había penetrado totalmente y estaba firmemente aprisionado en ti culo. Comencé a moverme, primero con lentitud, luego con frenesí, notando cómo mis cojones chocaban con tus nalgas, hasta hacerme daño. Mi excitación era tal que creí perder la conciencia de la realidad. Iba a corred me de un momento a otro, así que, con mi mano diestra comencé a acariciar tu vulva. Mis dedos rozaban suavemente el clítoris, consiguiendo, a los pocos segundos, que tú gimieras de placer, llevándote a un largo e intenso orgasmo, quedando inerme y exhausta en esa posición, abandonando tu cuerpo a los caprichos de mi voluntad.

Me separé de ti e hice que te dieras la vuelta, quedando tumbada en el lecho, ofreciéndome tus inagotables fuentes de placer. Me arrodillé, inmovilizando tu cuerpo entre mis piernas, y puse mi erecta polla, que estaba a punto de estallar, entre tus tetas, y comencé a frotarla, moviéndome de arriba a abajo, mientras tú procurabas aprisionarla con tus pechos, ayudándome en tan obscena y deseada masturbación. No llevaba ni un minuto en tan sensual agitación, cuando un intenso placer recorrió mi cuerpo, sintiendo cómo el semen recorría el miembro y se precipitaba con violencia sobre tus senos, el cuello, la cara y el pelo, cayendo al instante rendido a tu lado.
Published by amador-50
5 years ago
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