Spinning con Vero

A las once en punto Vero fue a la máquina de café del cuarto piso, porque tal y como le aviso su compañera Inés, sobre esa hora podría encontrarse con ese compañero madurito tan resultón, el que siempre la sonreía cada mañana. Se recolocó la coleta y se desabrochó el último botón de su blusa, para dejar a la vista su escote con sus lunares. Su pantalón vaquero ceñido y tacones medios que llevaba le realzaban su trasero.

Llegó a la máquina, metió unas monedas y eligió un café solo como siempre. De reojo pudo observar cómo se acercaba ese hombre con un traje clásico azul con corbata roja de ovejitas. Bien vestido y con un toque informal divertido. Ella notó su embriagador olor y él no pudo evitar fijarse de nuevo en el escote de ella.

- Hola, eres Marcos, ¿no? - dijo ella cuando él se acercó a la máquina a su lado.

- No, no me llamo Marcos.

- ¿Ah no? ¿No es tu nombre? - preguntó ella mientras soplaba con sus labios aquel humeante café.- Pues me habían dicho que ese era tu nombre.

- Jajaja. No sé quién te lo habrá dicho ese nombre, pero se equivocó o te tomó el pelo. Mi nombre es Juanjo, pero tú me puedes llamar como quieras, no me importa.

Vero enrojeció levemente, pero le gustó mucho esa salida de él. Ella sonrió y se puso de espaldas a él, sacando el humeante café de la máquina, pero estaba segura de que los ojos del compañero, estaban clavados en su culito, marcado claramente con ese pantalón.

- ¿Mucho lio? - preguntó Vero mirándole de reojo dando un nuevo soplido al café con sus labios pintados de rojo.

- Bueno, en mi departamento estamos todo el día enfrascados con proyectos y presupuesto, sin olvidar las llamadas y discusiones con las contratas – comentó él sin apartar la vista de las curvas de su compañera.

- Ya, hijo, es lo que toca...no te creas que los demás estamos mejor – comentó Vero mientras sonreía al ver en el reflejo en la máquina de café a Juanjo repasándole la retaguardia.

- ¿Quema? - preguntó él viendo que la chica no podía dar un sorbo.

- ¡Sí, está ardiendo!

- Espera que traigo un poco de leche fría de la nevera que tenemos en la oficina técnica -comentó galante-

- Gracias. - respondió ella devolviéndole una gran sonrisa.

Vero removió su café aprovechando, con disimulo, darle un primer sorbito sin quitarle la vista de encima a ese chico. Se había percatado de que su escote y su trasero, o la combinación de ambos, habían obrado un milagro en su entrepierna. Se le notaba el bulto bajo su pantalón y no podía evitar pensar en cómo se vería en vivo. Sabía, desde el principio, que la visita a la máquina de café de la cuarta planta iba a ser todo un éxito.

Juanjo regresó con la leche fría y sin dejar de mirar a la chica le rellenó el vasito, sonriéndole agradecida.

- ¡Juanjo, eres un cielo! - añadió agradecida Vero y por fin pudo tomar un trago de ese café.

- Un placer ayudarte.

Él volvió a ser descubierto mirando el canalillo de Vero, pero esta segunda vez no disimulaba tanto. Quería aprovechar ese momento y dejarlo grabado en su retina.

- ¿Sabes? Inés, la de la asesoría jurídica, me habló mucho del gimnasio de abajo y me he apuntado - comentó picarona, pues sabía por su amiga que él acostumbraba a ir para entrenar y hacer spinning.

- Ah, ¿sí? - apuntó Juanjo, aunque por dentro pensaba que sería mucha suerte coincidir en el mismo horario con esa chica tan guapa y sexy.

- Si, he decidido que voy a moverme, a sudar un poco, no quiero llegar a casa y tirarme al sofá o atracar la nevera. – lanzando ella la caña, porque sabía por su amiga que le vuelven loco las chicas en leggins y por eso llevaba ella esos vaqueros hoy.

- Esto está bien, hay que sudar un poco. - apuntó él sonriente imaginando a esa chica sudadita, enfundada en ceñidas prendas de gimnasia.

- ¿Tú qué haces allí?

- ¿En el gimnasio? Algo máquinas y sobretodo bicicleta…. Vamos, lo que ahora llaman spinning, normalmente. Pero como entrenamiento para los deportes que practico

- Ah, ya. ¿Tú eres de los que va a para ponerse en forma o para ver a las chicas de delante con sus mallas deportivas?

- No, a la hora que voy yo solo van viejas glorias como yo. - mintió él ruborizado de vergüenza.

Ella también sabía que mentía, porque Inés le contó con detalle cómo siempre se coloca en las filas traseras para ver los culitos de las chicas.

- Bueno, bueno...pero si no es spinning, en la sala habrá más chicas haciendo máquinas- le comentó ella intentando acorralarle divertida.

- ¡Bueeenoooo!- sonrió él, diciéndolo todo con la mirada-

- Perdona, tengo que dejarte, ya han pasado mis diez minutos de parón, debo volver a mi puesto, ¡¡¡nos vemos!! - comentó ella lanzando una última mirada a su abultada entrepierna.

- ¡Nos vemos!

- ¡Chao! - respondió ella divertida

Ella llegó a su mesa donde Inés esperaba expectante la vuelta de su compañera, tras su incursión a la máquina de café, para que le diera todo lujo de detalles y ambas rieron divertidas cuando le habló de sus ojos penetrantes o ese bulto de su pantalón.
Juanjo se sonreía imaginando a Vero con sus leggins y se metió de lleno en una reunión, pero no atendía a nada de lo que le decían, solo tenía en mente a esa chica, ese escote y ese culito que no deja de imaginar en el gimnasio. Se maldecía por no haberle preguntado a Vero en qué horario acudiría, pero no quería parecer tan descarado y así se pasó toda la mañana, intentando averiguar si la chica iría por las tardes y a qué hora. Como siempre le traiciona su timidez y su deseo de no perturbar a los demás.
Al acabar la jornada, Juanjo coincidió con Inés en el ascensor. A pesar de no tener demasiada complicidad, el hecho de conocerse en el gimnasio y en la ofi, le animó a preguntarle:

- Hola, Inés ¿Vas ahora al gimnasio?

- No. Creo que iré por la tarde. - añadió ella.

- Yo no sé a qué hora iré, todavía.

- Pues yo sobre las seis, si quieres venirte y así nos vemos. Además, se lo tengo que enseñar a una compañera que va a ir hoy.

- ¿Ah sí? - preguntó él sorprendido pues acababa de averiguar en un segundo aquello por lo que tanto estaba dando vueltas.

- Sí. Me ha costado animarla. Espero que no se raje en el último momento.

- Genial, a ver si nos vemos. Hasta luego.

Por supuesto que se verían, pensó Juanjo. Salió a toda prisa del ascensor y mientras se dirigía al gimnasio llamó a sus amigos para anular la cita y tomar unas cañas con ellos. Mientras caminaba hacia el gimnasio se reía al darse cuenta que Vero le hacía sentir mariposas en el estómago, como si fuera un quinceañero. Entró en el gimnasio con una sonrisa pegada en la boca y los nervios en el estómago.

Vio a Inés y la sonrisa se le quitó de la cara al no ver junto a ella a Vero. Así que, antes de pasar al vestuario a cambiarse, se dirigió a ella para preguntarle.

- ¡Hola!, Inés, ¿qué tal? Fiel a tu cita con las máquinas, ¿verdad?

- ¡Sí!, llevo como 10 minutos... acabo de empezar, ya sabes, calentando.

- Eso está bien. - Dijo Juanjo y haciéndose el tonto preguntó.... - ¡Oye! ¿Al final sabes si viene Vero? - Creyó intuir una media sonrisa en la cara de Inés, pero al final, los astros se juntaron e Inés le dio la respuesta.

- Si, me acaba de mandar un whatsapp que está saliendo de la oficina. Ya viene. ¿Tienes algún interés especial en que ella venga? – Preguntó con una sonrisa maliciosa y pícara.

- No… bueno sí, ejem - Dijo Juanjo totalmente rojo.- Es que ella me lo dijo tomando café y me apetecía verla. Me voy a cambiar y ahora os veo.

Juanjo intentó tranquilizarse mientras se dirigía a las escaleras que daban a vestuarios. En el mismo instante que Inés le mandó un whatsapp que decía:

- Tu galante caballero madurito acaba de llegar.

Vero también estaba nerviosa. Primero por verse con él y verle con su ropa deoirtiva que siempre le recordaba su amiga Inés. Y, en segundo lugar, porque había elegido un conjunto que estaba segura de que le iba a encantar a él. Se trataba de un top blanco muy finito que sin sostén marcaba levemente sus pezones, pero lo suficientemente sugerente como para darse cuenta al instante para rematar la faena con unos leggins grises, que marcaban sus curvas, especialmente sus muslos y su culito firme por el tenis.
Nada más llegar al gimnasio se encontró con Inés en una de las máquinas de bicicletas elípticas.

- ¿Dónde está? No le veo…. - preguntó a su amiga, pero ésta no la dejó terminar.

- Tranquila que ha ido a cambiarse. Oye, está nerviosito perdido y yo que pensaba que se había fijado en mí, contigo está “pallá” y en cuanto te vea con esas mallas le va a dar algo, pobrecito…. ¡Si se pone rojo cuando habla de ti!.

- ¿En serio? ¿Tú crees?

- ¡Vamos, Vero! ¡Si te están mirando todos con cara de bobos!

- Pues no me había fijado – pero sabía que su entrada no había pasado desapercibida.


- Pues verás cuando te vea Juanjo….. - añadió Inés riendo.
- Y yo deseando ver cómo va él, con solo pensarlo ya me estoy calentando. - Añadió Vero subiéndose a la elíptica de al lado.

Vero se puso los cascos para refugiarse más que nada de sus pensamientos. Pero con eso sólo consiguió ponerse a pensar más en él. Llegó a retocarse varias veces el peinado para estar guapa cuándo subiera.

¡Y ahí llegó él! Suerte que otro tío le paró para hablar con él de la pachanga de los domingos, pero eso le permitió adivinar una incipiente erección en los pantalones cortos de Juanjo (señal que ya la había visto). Y llegó el momento, Juanjo se acercó a dónde estaban ellas:

- ¡Hola Vero! Ya me había dicho Inés que te ibas a pasar. - Comentó Juanjo que la devoró visualmente, fijándose principalmente en ese top blanco que a él le parecía que marcaba de manera muy morbosa sus pezones, por no hablar de esas mallas grises que eran como una segunda piel.

- Hola Juanjo. Sí, ésta pedorra (miró a Inés) me ha convencido de moverme un poco. - Y mientras soltaba esa última frase, se sorprendió excitada al imaginarse sudada tras una hora de gimnasio y Juanjo devorándola con la mirada.

- Oye, ahora me meto a spinning –dijo Juanjo- ¿os parece que al acabar nos vayamos a tomar una cerveza?

Las dos compañeras se miraron y se rieron, porque precisamente ellas habían pensado lo mismo. Al igual que hablaron del bulto que traería Juanjo. Pero las chicas tenían tanta complicidad que con sus miradas lo dijeron todo entre ambas.

- Vaya, no era un chiste. Iba en serio. - dijo él contrariado.

- No bobo, es que eso mismo habíamos pensado. - comentó Inés.

- Ah, vale.

Los ojos Juanjo iban del top de una a los leggins de la otra, porque Inés también llevaba mallas, aunque negras con rayas blancas en los costados. Pero Vero era tan diferente…. ¡Estaba espectacular!

- ¿Así que vas a spinning? - apuntó Vero que ya empezaba a sudar con tanto ejercicio - ¿Será muy fuerte para mí el primer día?

- Para nada. Tú pones el ritmo que quieras. - le informó él

- ¿No te importa, Inés? - preguntó Vero a su amiga.

- Para nada…. Pero yo eso no me lo pierdo.

Ambas se bajaron de sus máquinas y acompañaron a Juanjo comentando entre ellas por el camino lo que había despertado Vero con su nuevo atuendo.

- Verás cuando te vea en spinning con el culito bien levantado. - añadió en un susurro Inés a su amiga.

Entraron los tres a la sala de spinning, con Juanjo pensando cómo hacer para devorar con la mirada a Vero y que no se notara. Era ella quién realmente le traía loco. Entonces a Juanjo se le ocurrió una idea, una rápida y morbosa. Así que sin pensarlo más les dijo a las chicas…

- ¿Por qué no os colocáis hoy delante? Así si hay algún problema con el sillín, manillar o pedales, la monitora o yo os podremos ayudar. Yo me pongo hoy justo detrás de vosotras por si necesitáis cualquier cosa.

Vero y Inés se miraron sonrientes, pues sabían perfectamente qué jugada intentaba. Se lo dijeron todo sin decirse nada, sólo con la mirada.

- ¡Vale, venga! - Dijeron las dos casi al unísono

Juanjo sabía que le habían pillado la jugada. Pero era el hombre más feliz de la tierra, porque el espectáculo al que iba a asistir como invitado principal era de nota. Sentía cosquilleos en su polla cada vez que miraba a Vero. Y ella, al mismo tiempo notaba como su sexo palpitaba con la idea de tener a su maduro detrás observándola de lleno.

Así lo hicieron, poniéndose ambas justo delante de Juanjo que ya estaba relamiéndose con la imagen. Justo delante tenía a Vero, a la que él quería ver desde cerca. Y a partir de ese momento ya no pudo quitarla de su vista ni evitar que la erección fuera creciendo, pero esperaba que con el ejercicio se le bajara y se le notara menos.

La música dio pie a la clase y en cuanto empezó la marcha fuerte las dos chicas se pusieron en pie pedaleando como si estuvieran subiendo un puerto. Eso produjo una más que agradable sensación en Juanjo que justo detrás sudaba más por la visión del culo redondo que tenía delante que por el propio ejercicio. A su lado, otro tío alucinaba igualmente con el culo redondo de Vero que marcaba una redondez exquisita. Juanjo se la imaginó desnuda, pensando en cómo podría ser tenerla ahí delante sin nada de ropa, pero tuvo que quitarse la idea de la cabeza porque podría correrse ahí mismo y dar el espectáculo.

El pedaleo continuaba y Vero mantenía el ritmo a duras penas podía pedalear. Pero le gustaba ponerse de pie porque sabía, que cada vez que lo hacía, su culito en pompa sería la visión mágica para Juanjo e incluso ella sabía que desde su posición podría ver la forma de su abultada vulva desde atrás. De vez en cuando miraba a su compañera que reía viendo las provocaciones continuas de Vero y también miraba hacia atrás y pudo comprobar que el bulto de Juanjo era escandaloso. Sintió un prolongado cosquilleo en su sexo imaginando como podría ser tener eso dentro, pero temió manchar las mallas, ya que no usaba ropa interior cuando hace deporte. Se limitó a concentrarse en la clase haciendo sufrir a su compañero de atrás.

Cuando acabó la clase, él se tapó el bulto disimuladamente con una pequeña toalla y le preguntó a Vero.

- ¿Qué tal ha ido?

- Bueno, al final me ha costado. Tuve que levantarme porque no podía llevar ese ritmo.

- Ya.

- ¿Y tú allá atrás? - preguntó ella con doble intención.

- De maravilla.

Los tres rieron y decidieron quedar tras la consabida ducha. Bajaron el tramo de escaleras que conducía a los vestuarios y quedaron en 20 minutos en el bar de al lado del gimnasio para tomarse una más que merecida cerveza por el esfuerzo empleado.
Los vestuarios sólo estaban separados por una pared y Juanjo podía oír las voces de las chicas y el ruido de las duchas. Se imaginó a Vero desnudándose y ya no pudo más. Se quitó la ropa sudada. La tiró de cualquier forma en la mochila. Se puso sus chanclas y se encaminó desnudo a la ducha, resuelto a rememorar la clase...a solas.

Vero, al mismo tiempo, se desvistió en el vestuario de chicas y se miró al espejo. Su cuerpo desnudo reflejaba el sudor del esfuerzo y una excitación fuera de lo normal teniendo sus pezones muy en punta. Se puso las chanclas y se fue a las duchas sin cubrirse. No se puso la toalla alrededor. Le gustaba ir desnuda en los vestuarios aunque las chicas cuchichearan.

Abrió el grifo y comenzó una ducha calentita y reparadora. Tenía que apagar la calentura de haber estado en ese juego con Juanjo. Lentamente, con la esponja dibujó sus pechos, su culo y especialmente su sexo que notaba inflamado y caliente. La esponja cayó al suelo. Se agachó a cogerla y, estando en cuclillas, se metió dos dedos cerrando los ojos soñando con el cuerpo de su compañero e imaginándole desnudo. Lo que ella no sabía es que curiosamente su ducha estaba pared con pared con la de los chicos y al otro lado estaba él masturbándose pensando en ella. Juanjo mecía su dura polla soñando con el cuerpo de Vero que tanto había podido admirar aún llevando ellas las mallas deportivas y que ahora soñaba desnudo. Imaginaba sus tetas, sus pezones, su sexo... y ahí estaba pared con pared, con su espalda apoyada y al otro lado la chica jadeando con su propia masturbación, cada uno pensando en el otro.

Morbo con morbo. Deseos irrefrenables pared con pared, sin poder oírse por el ruido del agua pero habiéndose dicho todo antes con la mirada. El deseo mutuo era claro y salvaje.

Diez minutos después, Inés, Vero y Juanjo se encontraron en la recepción del gimnasio, planteándose donde ir a tomar algo cuándo Inés, mirando su móvil, dijo:

- Chicos, siento ser la aguafiestas, pero me acabo de leer un mensaje de mi madre contándome que su tele o su mando no funcionan correctamente. Como vivo cerca de ello, voy a pasarme por su casa, porque sé que si no se van a matar. Mi padre, mientras ve su telediario, deja tranquila a mi madre para que se relaje con sus lecturas.

Juanjo pudo medio atisbar una leve sonrisilla que Inés lanzaba a Vero mientras soltaba esa gran trola, y no pudo menos que darle las gracias siguiéndole el juego.

- Vaya ¿Seguro que no puedes? - preguntó Juanjo, aunque ya esperaba la respuesta.

- Si, ven. - dijo Vero para que Inés hiciese justo lo contrario.

- Si puedo ir al final te mando un WhatsApp Vero - dijo Inés- pero conozco a mi padre y se pone de muy mala leche si no se ve los telediarios de todas las cadenas y así deja tranquila a mi madre.

Juanjo pudo intuir que Vero, en silencio gesticulaba con sus labios, decía GRACIAS a Inés

- Venga, pues vamos, Vero - dijo Juanjo - que a estas horas estará de bote en bote y quiero pillar una mesa o al menos esas sillas altas donde ponen los toneles que tienen a modo de mesas

Conversaron animadamente mientras llegaban a la cervecería e incluso Vero pudo intuir que Juanjo -galantemente- quiso cogerle la mano al cruzar un paso de cebra, pero -desgraciadamente- se contuvo

- Pasa, Vero - abriendo la puerta de manera caballerosa, esa que hoy en día ya no se da pero que a ella le hizo sentirse especial y deseada- ¿Te viene bien ahí? -comentó él señalando a uno de los toneles con 2 sillas vacías-

Pero Vero ya había echado el ojo a una mesa retirada que tenía algo de penumbra, porque intuía que algo iba a pasar entre ellos después de esas cervezas.

- ¿Nos ponemos mejor ahí? -dijo Vero señalando la mesa apartada-

- ¡Perfecto! ¡Vamos!- respondió él-

Vero pudo intuir un buen bulto en los pantalones chinos que Juanjo llevaba.

- ¿Qué tomáis, chicos? - preguntó la camarera

- Dos jarras de cerveza y una ración de bravas- pidió Juanjo y Vero pensó que hasta en eso coincidían.

Los dos se atraían, estaba claro, pero no eran capaces de lanzarse por el miedo a cualquier tipo de rechazo. Ella tenía miedo del que dirán si se enrollaba con un hombre maduro y divorciado. Él también tenía miedo pero de que le consideraran un asalta cunas, que le dijeran que qué hacía con una chica mucho más joven que él. Sin embargo, ella soñaba con el cuerpo desnudo de él y lo mismo hacía Juanjo, imaginando follar con esa chica que le tenía completamente loco desde el primer momento que la vio en el trabajo. Se tomaron varias rondas de cañas, tuvieron conversaciones de todo tipo, aunque ambos esperaban que uno de los dos se lanzase.

- ¿Qué tal tu primer día en el gimnasio? - preguntó él.

- Bueno, creo que voy a tener agujetas.

- Pero solo las cien primeras veces. - respondió chistosamente Juanjo. - ¿Mañana entonces no te veo por allí?

- Uf, estaré dolorida.

- ¿Y a la zona del spa, en plan relax? ¿Te apetecería?

- No sabía que el gimnasio tuviera un spa. ¿Me lo enseñas?

Al escuchar esa frase de la chica, Juanjo no puedo evitar tener una incipiente erección que disimuló como pudo, pero es que a ella le pasaba igual, pensando en ver a ese compañero en bañador.

- Te tomo la palabra. Mañana seré tu anfitrión, tu cicerón. Piscina, sauna, jacuzzi, relajación... apuntó él.

- ¡Hecho!

Al llegar a casa, Vero se tuvo que volver a masturbar en la bañera, jugando con las distintas posiciones de la ducha, jugando con los chorros y la propia alcachofa contra su inflamado coño. En el mismo instante Juanjo hacía lo propio en su casa. Se desnudó, sentado en la cama, frente al espejo, imaginando que al otro lado Vero le veía y se masturbaba soñaba con su cuerpo.

Al día siguiente, la última hora de trabajo se les hizo eterna. Vero, además, había tenido que capear el interrogatorio que su amiga Inés le hizo a la hora del café, pero logró contarle por encima el tonteo. Pero lo que no fue capaz de decirle es las ganas que tenía de sentirle de lleno, de follar con él de una vez por todas.

Por fin llegó la hora del spa. Se encontraron en la entrada, ambos vestidos con el traje de la oficina. Al p rato y quedando una vez cambiados en la entrada de las piscinas ambos sintieron un nuevo chispazo. Vero llevaba un bañador azul oscuro que se ajustaba perfecto a su cuerpazo resaltando sus tetas perfectas y dejando ver la mitad de su culo de infarto. Además se ajustaba a su sexo mostrando gran parte de sus ingles y, él así lo pensaba, se veía que estaba muy depilada. Naturalmente él no pudo evitar que se marcara su erección bajo el bañador, hasta el punto de que su polla quería salirse por arriba. Ella se tapó la boca para ocultar lo excitante del momento, pero el hecho de verle así, la puso muy cachonda.

Una vez entraron en el spa, al ser a última hora, parecía no haber nadie allí.

- Pasa Vero - dijo Juanjo admirando el culo de su compañera una vez más, esta vez en bañador- Creo que, además, estamos solos

- Vamos allá -dijo Vero- Tengo agujetas hasta en las pestañas pro el spinning de ayer.

- Eso se pasa rápido - le comentó Juanjo, aprovechando la ocasión- Sé dar masajes. No soy experto pero al hacer mucho deporte me han dado y he dado varios masajes. - Y le guiñó un ojo.

- Jajaja - rió Vero – imaginando la escena y deseando que la tocara

La mezcla de sudor y tensión sexual no resuelta hizo que ya no pudieran más. La erección que tenía Juanjo era más que evidente y Vero se moría por tener esa polla dura perforándola el coño.

Estaban solos. Se metieron en el jacuzzi. Con tanto movimiento accidentalmente Vero notó como un pezón se le salió quedando al aire. Iba a metérselo, pero al hacerlo vio la cara de Juanjo y quiso regalarle esa visión durante un rato más que considerable. Al final se lo recolocó disimuladamente.

Después de un rato de conversaciones cada vez más atrevidas y miradas más directas en una de las piscinas del spa, Juanjo no lo pudo remediar y la besó. Fue un beso fugaz, casi pidiendo perdón, pero ante su asombro, Vero respondió al beso, comiéndole la boca y por fin, acariciándose mutuamente sus respectivos cuerpos metidos en esa piscina. Separaron sus caras y mientras Juanjo acariciaba suavemente la cara interna de los muslos de Vero, ella le acariciaba su tripa y su pecho. Le miró fijamente totalmente excitada.

- Oye Juanjo, una pregunta, ¿Tienes alguna fantasía en el gimnasio? - preguntó Vero intencionadamente para esperar un avance más directo sin dejar de acariciar el pecho del chico.

- Pues una de ellas es tener en una clase a todas las chicas desnudas haciendo spinning. Pero especialmente una.

- ¿Ah sí? ¿Cuál? - preguntó inocentemente.

- Tú, naturalmente. ¿Y tú fantasía?

- Pues... Estar en el vestuario de chicos. Allí desnuda, duchándome en ese lugar pro hibido... pero también con un compañero en particular.

Juanjo se sonrió ante esa fantasía tan parecida entre ambos, aunque la de ella no era tan loca como Vero pensaba e incluso imaginó que eso podría llevarse a cabo.

- Pues ahora no hay nadie en el vestuario de chicos. ¿Te atreverías a entrar? - preguntó él.

- Mmmm…… ¡Síii! - respondió ella casi sin dudar, aunque le parecía muy arriesgado le atraía demasiado la idea.

Salieron del agua de la mano y corrieron por el pasillo hasta llegar a la entrada del vestuario.

- Espera - dijo Juanjo – Voy a ver si hay alguien dentro. Dame un minuto, voy a los vestuarios de caballeros, si no hay nadie, nos encerramos – dijo riendo como un quinceañero -

- ¡Qué locura! - añadió ella cachonda - Vale, ve rápido, no tardes...

Vero volvió a mirar el bulto de su compañero, que se marcaba mucho más en el bañador húmedo, y se quedó esperando en la puerta apenas ese minuto. No se creía que iba a poder entrar por fin en el vestuario de chicos, una de sus fantasías y más llevarla a cabo con su tío soñado. Su sexo estaba palpitante.

- ¡Pshh, Vero! -era Juanjo que la llamaba desde dentro - ven, corre, no hay nadie - añadió con su polla a punto de salirse del bañador.

Vero se reía mezcla de deseo, morbo y saber que entrar en los baños masculinos -alguien podía pillarlos y ser un escándalo en el gimnasio- pero las ganas de ambos por cumplir sus fantasías, pudieron más.

Una vez dentro Juanjo abrazó a esa chica quedando unidos por fin, apenas tapados con sus respectivos bañadores, empapados y sedientos de sexo.

Se besaron apasionadamente. Vero miró a Juanjo, y separándose de él, se le quedó mirando...

- La fantasía era estar desnudos – dijo ella sonriendo.

A continuación se quitó el bañador de forma lenta y sensual, quedando totalmente desnuda frente a Juanjo en medio de aquellos vestuarios vacíos. El chico suspiró al ver ese cuerpo precioso de su compañera, sus tetas, sus pezones, su vientre plano y su depilado coño habiéndose dejado una fina tina de vello en su pubis.

- ¡Dios, Vero, qué locura! - dijo él y no sabía muy bien si por el hecho de estar allí en medio y ser pillados o por tener por fin desnuda a la chica de sus sueños.

De pronto se oyó un ruido en la puerta de los vestuarios y ambos se miraron asustados.

- ¡Ven! - dijo ella de inmediato cogiendo su bañador del suelo y caminando desnuda delante de él, tiró de su mano hasta llevarle a la zona de los aseos.

Se metieron en el reducido cubículo y guardaron silencio por un momento estando muy cerca el uno del otro. Tras mirarse a los ojos, Vero se sentó en la taza del WC y sin más, totalmente cachonda, bajó el bañador a Juanjo. Estaba tan cachonda que no podía aguantar más. La polla saltó ante ella como un resorte.

Le miró a los ojos y después agarrando su polla por la base, le dio un par de lengüetazos y se la metió entera en la boca, hasta los huevos, ante el asombro de Juanjo que cerró los ojos y emitió un largo suspiro al sentir su boca caliente atrapándole. Ella por fin podía tener ese rabo soñado, totalmente metido en su boca hasta alcanzar su garganta. Ese mismo rabo que se alteraba con su presencia, al que ella venía observando desde hacía días viendo cómo reaccionaba ante sus movimientos, su culo, sus tetas... Ahora Vero, no estaba soñando, ni tenía una fantasía. Esa polla era real y mucho mejor de lo que había incluido en sus masturbaciones. Chupaba y chupaba, mientras se acariciaba su clítoris, que ya pedía guerra, estaba tan excitada que quería que Juanjo la embistiera por fin.
Él disfrutaba, sin creérselo, del momento y se dejó hacer por la habilidosa boca de Vero. Cuando notó su sable preparado, agarró a Vero. Le separó la cabeza de su polla. La levantó y la puso de espaldas. Ella, comprendiendo lo que iba a venir, arqueó su espalda y separando las piernas apoyó las manos contra la pared de enfrente. Notó la lengua de Juanjo chupándole el ano y el coño recorriendo con su lengua de arriba abajo haciéndola temblar de gusto y soltando unos prolongados gemidos. Ya no le importaba en donde estaba ni que nadie les pudiera pillar, solo quería tener esa polla dentro. Ella giró la cabeza y le dijo.

- ¡Juanjo! - jadeaba pronunciando su nombre - ¡Fóllame!

Él la miró y tras levantarse, apoyó su glande a la entrada del coño de VEro desde atrás. Ella, se preparó para recibir su polla. Sin miramientos, Juanjo ubicó su dura polla y tras agarrase a la estrecha cintura de su compañera, se la clavó desde atrás como a una perra en celo.

Era lo que ambos necesitaban y querían. Sexo duro, sin florituras. Sexo salvaje, en aquel lugar pro hibido y excitante para ambos. Juanjo la embestía sin piedad y veía ilusionado como su polla se perdía en el estrecho coño de Vero, que daba un pequeño grito cada vez que él estaba completamente metido dentro y le gustaba ver cómo sus huevos golpeaban su culo... - ¡plash, plash! - se oía mientras las tetas de su compañera se bamboleaban violentas y descontroladas, al ritmo de la follada.

Vero se mordía los labios, se tapaba la boca para no gritar, pero los gemidos se le escapaba, hasta que se corrió entre sollozos de placer, apagando en gran medida las ganas que tenía de gritar al sentir esa polla que tanto había querido tener adentro.

Juanjo, muy excitado, no podía más, se le notaba ya descontrolado del todo y seguía taladrando ese coño caliente que le abrazaba dulcemente su polla, hasta que la sacó de su interior, corriéndose sobre la espalda de Vero, en innumerables chorros que la bañaron recorriendo sus curvas, goteando por su culo y su cintura.

Vero se giró y agarrando la cara del chico, le plantó un beso que acabó siendo una lucha desenfrenada de labios y lenguas.
Aun sudorosos y agitados, miraron por la puerta del aseo, pero afortunadamente no había nadie por allí y corriendo se metieron en una de las duchas, frotándose nuevamente los respectivos cuerpos desnudos mezclando caricias, besos y el deseo y el morbo cumplidos mejor que en sus mejores sueños y fantasías.
Published by hielofrio
9 months ago
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