Mi primo Armando...
Cuando empecé a salir con Daniel, una de mis tías mayores nos invitó a ambos a compartir un asado en su casa. Martha era también mi madrina y sentía una especial predilección por mí.
Sus hijos eran Martita, que había sido siempre mi gran compinche desde chica y Armando, mi primo el mecánico; un cuarentón que defendía a muerte su soltería, siempre un reo simpático, siempre desaliñado, oliendo a nafta y con unas manos ásperas, que cada vez que me veía me recorrían la cola con mucho descaro…
Llegamos temprano y encontramos a otro de mis primos ya haciendo el asado. Mi novio fue a conversar con él frente a la parrilla y a compartir un vaso de vino. Mientras yo me quedé en la cocina, conversando y tomando unos mates con la tía Martha…
Un rato después llegó mi primo Armando. Saludó a su madre y después se me acercó sonriendo. Besó mi mejilla mientras su mano acariciaba mi cola como siempre acostumbraba a hacerlo.
“Qué haces, nena, tanto tiempo?” “Estás muy linda…” Me dijo.
“Gracias nene…” Atiné a responderle, mientras lo miraba de arriba abajo. Verlo tan de cerca con esa ropa sucia, la barba crecida y olor a sudor, me hizo mirarlo de otra manera. Me calentó mal.
Seguimos mateando con Martita, pero no podía dejar de pensar en mi primo. Apenas había podido retomar la charla cuando apareció otra vez recién bañado y muy pulcro, envuelto en una toalla y con el torso desnudo. Ahí sentí que me mojaba como una pendejita…
Lo recorrí de pies a cabeza, sus brazos enormes, sus hombros anchos, su torso velludo… Me sentí desbarrancar…Quería que mi primo me cogiera en ese mismo instante, delante de mi prima, de mi tía… de mi propio novio…
Me miró extrañado y me preguntó muy solícito:
“Nena estás bien…? Se te ve un poco pálida…”
Apenas pude balbucear para preguntar dónde quedaba el baño.
Armando me tomó del brazo y se ofreció a acompañarme, arrastrándome por un largo pasillo repleto de puertas.
“Ahí está, nena…” Me dijo señalando una puerta, mientras me daba un rápido y muy sonoro chirlo en la cola…
Eso fue la gota que rebalsó el vaso. Apenas tuve tiempo de entrar y cerrar la puerta, cuando caí al suelo con una mano aferrando mi concha. El orgasmo que tuve fue tan intenso, que no tuve otro remedio que morderme los labios para no aullar como una perra…
Me calmé un poco y me senté en el inodoro. Me quité la tanga totalmente empapada; abrí al máximo los muslos y me hice una tremenda paja con mis dedos. Me costó mucho no gritar al acabar.
Mucho más relajada, guardé la tanga sucia en un pequeño bolsillo de mi falda y salí del baño. El largo pasillo me desorientó y manoteé la tercera puerta que encontré, pensando que había llegado a la cocina.
Terrible error. Era la habitación de Armando, sucia y desaliñada como su dueño. Lo encontré acostado boca arriba en la cama, fumando y todavía con la toalla anudada a la cintura.
Un bulto ahora bien prominente, podía notarse bajo esa toalla.
Armando sonrió al verme. Rápidamente giré sobre mis pasos para tratar de huir, pero mi primo se levantó de un salto y me aferró por una de mis muñecas.
“Adónde cas tan apurada, nena…? Venías por otro…” Me dijo.
“Otro qué…?” Le pregunté confundida.
“Otro chirlo en esa cola redonda que me vuelve loco…” Sonrió.
Antes de que pudiera reaccionar, su rápida mano me pegó otra linda palmada en mis glúteos. Sentí que me humedecía otra vez, pero ahora, estando sin tanga, mis fluidos se deslizaron entre mis muslos… ese chirlo me hizo saltar, suspirar y cerrar los ojos.
Cuando volví a abrirlos, Armando estaba a mi lado y había desanudado la toalla de su cintura. Retrocedió para mostrarme el tamaño de su gruesa verga ya bastante endurecida.
“No seas hijo de puta… mi novio está ahí afuera, esperándome”
Le dije en voz baja, tratando de dominar mi excitación y calentura.
“Tu noviecito no tiene que enterarse… Vamos, no seas tan arisca”.
Me calenté mal y tardé en reaccionar para contestarle. Armando aprovechó mi instante de duda y me empujó sobre su cama.
Caí de espaldas y él con rapidez aferró mis tobillos en el aire.
Bajó la mirada y vio que yo no llevaba tanga. Sonrió con malicia.
“Ya estás empapada, Malena… será por tu querido primo eso…?”
Me hizo girar en la cama, obligándome a ponerme en cuatro.
Entonces levantó mi falda y me dio una buena palmada en mi cola desnuda. Uno de sus dedos invadió mi concha hasta el fondo.
Aullé más por sorpresa que por dolor y él rio a carcajadas.
“Te va a encantar mi verga en tu conchita caliente, nena…” Dijo.
Intenté debatirme para zafar de esa cogida; pero Armando me empujó con su cuerpo voluminoso y, cuando quise acordarme, su pija estaba enterrada hasta el fondo de mi concha agradecida.
Mientras me bombeaba con una buena cadencia, sus manos curiosas encontraron mi diminuta tanga empapada, escondida entre los pliegues de mi falda.
Se la llevó a la nariz y disfrutó aspirando mi esencia de hembra.
Luego continuó cogiéndome sin piedad, hasta hacerme acabar dos veces casi seguidas, antes de vaciarse él en mi vagina…
Me empujó hacia adelante y su verga todavía dura se salió de mi concha. Caí sobre el colchón y allí quedé exhausta y abatida.
Enseguida me acomodé la falda y le pedí a mi primo que me devolviera mi tanga, pero el muy turro dijo que la guardaría como recuerdo, para pajearse con ella mientras recordaba ese polvo que me había echado…
Salí al pasillo y regresé a la cocina, sintiendo mis fluidos y el semen de mi primo deslizándose fuera de mi concha…
Daniel me alcanzó una copa de vino, anunciando que el asado ya estaba listo. Después de almorzar, mi novio se fue a su casa solo, ya que yo le dije que me quedaría un rato más a conversar con las mujeres de la casa. Por supuesto, ellas también desaparecieron para disfrutar una merecida siesta.
A mí se me ocurrió que la mejor idea para pasar la tarde, era golpear a la puerta de la habitación de mi primo el mecánico…
Sus hijos eran Martita, que había sido siempre mi gran compinche desde chica y Armando, mi primo el mecánico; un cuarentón que defendía a muerte su soltería, siempre un reo simpático, siempre desaliñado, oliendo a nafta y con unas manos ásperas, que cada vez que me veía me recorrían la cola con mucho descaro…
Llegamos temprano y encontramos a otro de mis primos ya haciendo el asado. Mi novio fue a conversar con él frente a la parrilla y a compartir un vaso de vino. Mientras yo me quedé en la cocina, conversando y tomando unos mates con la tía Martha…
Un rato después llegó mi primo Armando. Saludó a su madre y después se me acercó sonriendo. Besó mi mejilla mientras su mano acariciaba mi cola como siempre acostumbraba a hacerlo.
“Qué haces, nena, tanto tiempo?” “Estás muy linda…” Me dijo.
“Gracias nene…” Atiné a responderle, mientras lo miraba de arriba abajo. Verlo tan de cerca con esa ropa sucia, la barba crecida y olor a sudor, me hizo mirarlo de otra manera. Me calentó mal.
Seguimos mateando con Martita, pero no podía dejar de pensar en mi primo. Apenas había podido retomar la charla cuando apareció otra vez recién bañado y muy pulcro, envuelto en una toalla y con el torso desnudo. Ahí sentí que me mojaba como una pendejita…
Lo recorrí de pies a cabeza, sus brazos enormes, sus hombros anchos, su torso velludo… Me sentí desbarrancar…Quería que mi primo me cogiera en ese mismo instante, delante de mi prima, de mi tía… de mi propio novio…
Me miró extrañado y me preguntó muy solícito:
“Nena estás bien…? Se te ve un poco pálida…”
Apenas pude balbucear para preguntar dónde quedaba el baño.
Armando me tomó del brazo y se ofreció a acompañarme, arrastrándome por un largo pasillo repleto de puertas.
“Ahí está, nena…” Me dijo señalando una puerta, mientras me daba un rápido y muy sonoro chirlo en la cola…
Eso fue la gota que rebalsó el vaso. Apenas tuve tiempo de entrar y cerrar la puerta, cuando caí al suelo con una mano aferrando mi concha. El orgasmo que tuve fue tan intenso, que no tuve otro remedio que morderme los labios para no aullar como una perra…
Me calmé un poco y me senté en el inodoro. Me quité la tanga totalmente empapada; abrí al máximo los muslos y me hice una tremenda paja con mis dedos. Me costó mucho no gritar al acabar.
Mucho más relajada, guardé la tanga sucia en un pequeño bolsillo de mi falda y salí del baño. El largo pasillo me desorientó y manoteé la tercera puerta que encontré, pensando que había llegado a la cocina.
Terrible error. Era la habitación de Armando, sucia y desaliñada como su dueño. Lo encontré acostado boca arriba en la cama, fumando y todavía con la toalla anudada a la cintura.
Un bulto ahora bien prominente, podía notarse bajo esa toalla.
Armando sonrió al verme. Rápidamente giré sobre mis pasos para tratar de huir, pero mi primo se levantó de un salto y me aferró por una de mis muñecas.
“Adónde cas tan apurada, nena…? Venías por otro…” Me dijo.
“Otro qué…?” Le pregunté confundida.
“Otro chirlo en esa cola redonda que me vuelve loco…” Sonrió.
Antes de que pudiera reaccionar, su rápida mano me pegó otra linda palmada en mis glúteos. Sentí que me humedecía otra vez, pero ahora, estando sin tanga, mis fluidos se deslizaron entre mis muslos… ese chirlo me hizo saltar, suspirar y cerrar los ojos.
Cuando volví a abrirlos, Armando estaba a mi lado y había desanudado la toalla de su cintura. Retrocedió para mostrarme el tamaño de su gruesa verga ya bastante endurecida.
“No seas hijo de puta… mi novio está ahí afuera, esperándome”
Le dije en voz baja, tratando de dominar mi excitación y calentura.
“Tu noviecito no tiene que enterarse… Vamos, no seas tan arisca”.
Me calenté mal y tardé en reaccionar para contestarle. Armando aprovechó mi instante de duda y me empujó sobre su cama.
Caí de espaldas y él con rapidez aferró mis tobillos en el aire.
Bajó la mirada y vio que yo no llevaba tanga. Sonrió con malicia.
“Ya estás empapada, Malena… será por tu querido primo eso…?”
Me hizo girar en la cama, obligándome a ponerme en cuatro.
Entonces levantó mi falda y me dio una buena palmada en mi cola desnuda. Uno de sus dedos invadió mi concha hasta el fondo.
Aullé más por sorpresa que por dolor y él rio a carcajadas.
“Te va a encantar mi verga en tu conchita caliente, nena…” Dijo.
Intenté debatirme para zafar de esa cogida; pero Armando me empujó con su cuerpo voluminoso y, cuando quise acordarme, su pija estaba enterrada hasta el fondo de mi concha agradecida.
Mientras me bombeaba con una buena cadencia, sus manos curiosas encontraron mi diminuta tanga empapada, escondida entre los pliegues de mi falda.
Se la llevó a la nariz y disfrutó aspirando mi esencia de hembra.
Luego continuó cogiéndome sin piedad, hasta hacerme acabar dos veces casi seguidas, antes de vaciarse él en mi vagina…
Me empujó hacia adelante y su verga todavía dura se salió de mi concha. Caí sobre el colchón y allí quedé exhausta y abatida.
Enseguida me acomodé la falda y le pedí a mi primo que me devolviera mi tanga, pero el muy turro dijo que la guardaría como recuerdo, para pajearse con ella mientras recordaba ese polvo que me había echado…
Salí al pasillo y regresé a la cocina, sintiendo mis fluidos y el semen de mi primo deslizándose fuera de mi concha…
Daniel me alcanzó una copa de vino, anunciando que el asado ya estaba listo. Después de almorzar, mi novio se fue a su casa solo, ya que yo le dije que me quedaría un rato más a conversar con las mujeres de la casa. Por supuesto, ellas también desaparecieron para disfrutar una merecida siesta.
A mí se me ocurrió que la mejor idea para pasar la tarde, era golpear a la puerta de la habitación de mi primo el mecánico…
4 years ago