Conociendo una nueva perrita...

Estaba comenzando a aburrirme esa tarde en casa estando sola; así que, llamé a Carla, a ver si quería hacerme compañía.
Pero mi amiga tenía la tarde ocupada, ya que había invitado a una conocida a tomar un café a su casa. Pero me dijo que podía ir yo también si estaba con ánimo y, especialmente, buena onda.

Su invitada en cuestión era una compañera suya de la oficina.

La mujer parecía ser heterosexual; pero yo presentí que mi amiga Carla no iba a rendirse hasta ver convertida a esa fiel y dedicada esposa en una perra en celo y… bisexual, por supuesto.

Carla ya me había confesado que le tenía ganas desde que se conocían. Si yo estaba presente, tal vez entre ambas podríamos convencerla de probar su otro lado femenino…

Al llegar a su casa, Carla me presentó a Diana; una chica bonita; más joven que nosotras; simpática y con buena onda…

Era casada, formal, muy seriecita la chica; daba la imagen de una esposa perfecta que coge en posición de misionero… y solamente con su marido…

Compartimos un rico café y hablamos de bueyes perdidos; hasta que la turra de Carla se arriesgó a sacar el tema del sexo. Ella comenzó a contar sus andanzas extramatrimoniales y le contó a su nueva amiga que mi novio Daniel se la había cogido más de una vez… Diana escuchaba atentamente; pero decía muy poco. Además abría los ojos, como si no pudiera creer lo que escuchaba de nosotras.

Finalmente, terminé yo diciendo que con Carla éramos mucho más que amigas y que disfrutábamos de una linda relación lésbica…

Entonces Diana se puso pálida, pero disimuló su cara de desesperación con una bonita sonrisa. Ahí mismo, Carla decidió pasar al ataque directo. Se sentó junto a su invitada y apoyó una mano sobre los muslos de esa chica que ya parecía algo asustada.

Le preguntó si alguna vez había hecho algo distinto fuera de su matrimonio y Diana balbuceó que jamás se le había ocurrido. Yo le dije que tal vez nunca había tenido la oportunidad…

Carla aprovechó ese instante de duda y deslizó su mano por los muslos de esa chica, hasta que sus intrépidos dedos se metieron bajo la falda. De pronto Diana se sobresaltó y entonces supe que esos dedos de mi amiga habían llegado a su destino final…

Entonces Diana confesó que, siendo más joven, había estado desnuda en una cama con otra mujer; pero solamente se habían besado y acariciado un poco. Insistió en recalcar eso…

Carla, con su habitual ironía y desparpajo, le preguntó si eso le había gustado. La chica admitió que sí; pero después de eso, nunca más lo había vuelto a hacer. Comenzamos a mirar a esa inocente esposa con otros ojos… ya no parecía ser tan ingenua o tonta…

La conversación se puso caliente; mientras yo veía que la mano de mi amiga seguía bajo la falda de Diana y, para peor, se movía levantando la pollera.
De repente, la fiel esposa dejó escapar un leve gemido.
Le dije que no se reprimiera. Entre nosotras podía gemir, jadear, aullar como una puta y nunca nadie lo sabría fuera de esa casa…
Entonces me acerqué a Carla y le comí la boca en un beso profundo; mientras ella seguía moviendo sus dedos para acariciar la concha de su compañera de oficina.

De repente mi amiga logró lo que quería: Diana arqueó su espalda contra el respaldo del sillón y abrió sus bonitos labios delineados en rojo, para gritar a todo pulmón.
Los expertos dedos de Carla habían conseguido hacerla acabar como a una perra en celo.

Diana enseguida recuperó su compostura y pidió perdón, diciendo que jamás una mujer le había provocado tanto placer, utilizando solamente sus dedos…
Carla se inclinó hacia ella y la besó en los labios. Ese beso de lengua dejó loca a su invitada.

Después mi amiga propuso que nos desnudáramos las tres. Para dar el ejemplo, ella se quitó sus ajustados jeans y yo me humedecí al ver que no llevaba ni siquiera una tanga. Su hermosa labia depilada relucía brillando también de humedad…

Yo me bajé los pantalones y Carla sonrió al ver mi tanga humedecida. Me dijo que era una terrible puta y eso me gustó.

Le tocó el turno a Diana; que con algo de vergüenza se desprendió la pollera. Tenía unas lindas piernas bien torneadas; la cola parada y una sedosa y suave piel.

Mi amiga se sentó a mi lado y comenzó a besarme. Entrelazamos nuestras lenguas y mirábamos de reojo a Diana; que se estaba acariciando la concha por encima de su pequeña tanga.
Entonces ambas nos acercamos a ella y yo le quité ese pedazo de tela ya bastante humedecida. Carla le comió la boca y esa chica gimió, ya totalmente entregada.

Mientras ella tenía su boca ocupada con Carla, yo aproveché para abrirle los muslos y zambullir mi cabeza entre ellos. Lamí sus labios vaginales y Diana gimió ahora en un tono más elevado. Alargó su mano y empujó mi cabeza contra su labia. Mi lengua se hundió en su concha y comencé a lamerle el clítoris.
De repente se retorció de placer y entonces esa chica tan recatada acabó en mi boca; gimiendo y suspirando.

Mientras ella se retorcía sobre mis labios, Carla lubricó un dedo con saliva y se lo metió por esa apretada entrada trasera.
Pero Diana se sobresaltó y emitió un agudo chillido. Mi amiga comenzó a deslizar ese dedo dentro y fuera de esa linda cola.

Diana comenzó a gemir y me miró como pidiéndome ayuda; pero yo le sonreí y ella hizo lo mismo. Ya estaba entregada nomás…

De repente Carla sacó su travieso dedo y desapareció de la escena. Le propuse a Diana que me lamiera la concha; para que conociera por fin cómo era el sabor de la esencia de una mujer.

Mientras ella estaba en cuatro frente a mi concha, lamiendo con desesperación; Carla regresó de su habitación. Llevaba colocado en la cintura ese tremendo consolador color negro, bien conocido por mí, adosado a un arnés de cuero. Se arrodilló detrás de su compañera y la tomó por las caderas.
La recatada mujercita giró la cabeza y vio lo que le esperaba. Intentó zafar e incorporase; pero yo le inmovilicé los brazos y Carla la sujetó con mucha firmeza por la cintura…

Esa mujer estaba tan caliente que finalmente aceptó que Carla la cogiera con ese magnífico juguete de silicona.
Mi amiga la penetró con suavidad al principio y Diana suspiró, diciendo que su marido no la tenía tan gruesa, ni tan dura…

Mi amiga comenzó a aumentar el ritmo de la bombeada, con golpes de cadera que le daban penetraciones muy profundas a la suave concha de esa chica.
Diana acabó gritando otro orgasmo a los gritos, jadeando y retorciéndose de placer; mientras pedía más y más.
Mi amiga siguió dándole con más ganas y la chica volvió a acabar.

Cuando Carla terminó con ella, yo me incliné sobre su concha y se la lamí entera, succionando hasta la última gota de sus fluidos…

Finalmente le permitimos vestirse otra vez y la acompañamos hasta su auto. Nos agradeció la tarde que le habíamos hecho pasar y preguntó si podríamos repetir la experiencia algún otro día.

Carla la besó en la mejilla y le susurró al oído que podría llamarnos cuando tuviera ganas de pasar una tarde inolvidable con nosotras.

Cuando la vimos alejarse, Carla me dijo que se sentía feliz de haber convertido a una esposa ejemplar en una puta insaciable. Ese aburrido marido nos lo iba a gradecer esa misma noche; cuando encontrara una loba en celo dentro de su propia cama…
Después me arrastró nuevamente a su casa, diciendo que esa perrita había gozado como loca; pero ni ella ni yo todavía habíamos tenido un mísero orgasmo…
Published by malebens
4 years ago
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