El mismo deseoo carnal


Mi amigo Fran y yo nos conocemos desde los 10 años. Desde entonces siempre hemos sido inseparables, casi como hermanos. Nos lo contamos todo y lo compartimos todo. A los 13 años, como todos los chicos, empezamos a interesarnos por el sexo y a masturbarnos. Compartíamos revistas eróticas y nos pajeábamos viendo películas porno en casa de alguno de los dos. Siempre íbamos juntos y muchas veces, desde pequeños, nos quedábamos a dormir en mi casa o en la suya. En estas ocasiones, cuando estábamos solos, era cuando aprovechábamos para hacernos pajas y hablar sobre sexo y, a medida que teníamos más edad, sobre las chicas con las que habíamos estado y lo que habíamos hecho con ellas.

Los dos vivimos solos con nuestras madres que están divorciadas. Tal vez por eso somos tan amigos, tenemos mucho en común y sabemos que podemos confiar en el otro y que entiende nuestros problemas.

Desde que empecé a interesarme por las mujeres y voy a casa de Fran me ha dado mucho morbo su madre. Es una mujer de unos 45 años, pelo castaño largo y aunque no es muy guapa a mí siempre me han atraído sus enormes curvas. Tiene unos pechos muy grandes y las caderas anchas, su culo es grande pero muy apetitoso. A pesar de su figura siempre luce ropa bastante ajustada y atrevida, a mi me encanta y no puedo evitar mirar su escote y fijarme en su enorme culo apretado dentro de una prenda que no es de su talla.

Todo empezó cuando una noche me quedé a dormir en casa de Fran. Estábamos los dos en su habitación y él ya se había quedado dormido. Yo no podía dormir y me levanté de la cama para ir al lavabo. Al salir al pasillo vi que de la habitación de la madre de Fran, se llama Vicenta, salía luz a través de la puerta entreabierta. No pude resistirme y me acerqué a intentar espiar a la madre de mi amigo. Me dirigí a la entrada de su habitación con cuidado para no hacer ruido, asomé la cabeza despacio y tuve una grata sorpresa al ver que estaba dormida. Al parecer Vicenta toma pastillas para dormir y se queda roque enseguida. Se había dormido leyendo un libro y se había dejado la luz encendida. Entré en la habitación despacio pero más tranquilo sabiendo que no se iba a despertar. Llevaba puesto un camisón de dormir bastante corto que dejaba ver sus gruesos muslos, los pezones se le trasparentaban a través de la tela y se podía adivinar perfectamente la forma de esas tetas gloriosas. Aquella visión enseguida me la puso dura, podía notar mi polla haciendo fuerza para salir del calzoncillo.

Me acerqué a ella e intenté subirle el camisón para ver un poquito más. Con cuidado subí la tela hasta que descubrí su conejito cubierto por unas bragas de encaje negras. El negro pelo de su coño se transparentaba a través de las bragas. Mi excitación iba en aumento y la polla me apretaba dentro de los calzoncillos. No podía creerme lo que estaba haciendo. Como que la señora parecía no darse cuenta de lo que estaba pasando y mi amigo también seguía durmiendo, decidí que no podía aguantar más. Me bajé los calzoncillos ahí mismo y empecé a pajearme. Con la otra mano le acariciaba los muslos con cuidado. Ella no solo no se daba cuenta de lo que hacía yo sino que empezó a morderse los labios suavemente y puso expresión de placer. No me lo podía creer, yo estaba muy cachondo y seguía cascándomela disfrutando como un loco. Seguí subiendo la mano a través de su muslo hasta su coñito, empecé a acariciarlo con suavidad y podía notar el calor a través de la tela de las bragas. Vicenta empezó a soltar pequeños gemidos de placer y yo noté como las bragas se humedecían, estaba disfrutando en su sueño. Yo ya estaba excitadísimo y a punto de correrme. Para no manchar nada dejé el camisón de Vicenta como estaba y fui corriendo hasta el lavabo para correrme ahí.

Aquella experiencia inolvidable que ocurrió cuando yo tenía unos 15 años me marcó para toda la vida y solo fue, en realidad, un anticipo de otras grandes experiencias que vendrían después. Desde entonces, y aunque también me gustaban las chicas de mi edad, empezaron a atraerme mucho las mujeres maduras y un poco rellenitas. Me encantaban las señoras entradas en años y en carnes, con tetas grandes y culos enormes. Pero de todas, la madre de mi amigo, la señora Vicenta, era mi preferida. Me excitaba solo de verla cuando iba a casa de Fran. Siempre que podía repetía lo de aquella noche y entraba en su habitación cuando estaba dormida. Las pastillas para dormir que tomaba Vicenta le provocaban un sueño profundo y yo podía hacer lo que quisiera sin que ella se diese cuenta.

Con el tiempo me iba atreviendo un poco más en mis experiencias nocturnas. A veces le apartaba un poco las bragas y le acariciaba el coño. Sus labios se humedecían y yo le metía suavemente un dedo por la vagina. Otras veces le bajaba la parte de arriba del camisón para destapar sus pechos. Se los sobaba y alguna vez incluso me había atrevido a chuparle los pezones. Al final siempre le ponía bien el camisón e iba al lavabo a correrme.

Un día que me había quedado a dormir en casa de Fran, no pude disfrutar de mi paja con Vicenta. Había salido la noche anterior y volvió a casa cuando yo estaba dormido ya. Al despertarnos Fran y yo, mi amigo me dejó ducharme en su casa. Entré en el baño y vi que Vicenta se había duchado antes, su ropa de dormir (el camisón de siempre y unas bragas) estaban tiradas en el suelo. No pude resistirme y recogí las bragas del suelo del baño. Estaban impregnadas con su olor y aquello me excitó mucho, me aseguré de que la puerta estaba bien cerrada, me desnudé y me masturbé oliéndolas.

Desde entonces siempre que estaba en casa de mi amigo, intentaba entrar en el baño después de que Vicenta se hubiera duchado o iba a la cesta de la ropa sucia y cogía sus bragas sucias. Aquello me excitaba tanto y me recordaba intensamente a mis visitas nocturnas a la habitación de ella, que decidí quedarme una de esas bragas. Me las quedé para poder disfrutar en mi casa del olor del coño de la madre de Fran y cascarmela a gusto recordando ese chochito húmedo. Últimamente no había podido repetir mis visitas nocturnas y las echaba bastante de menos, así que esas bragas sucias eran mi único consuelo.

Un tiempo después, Fran se quedó una noche a dormir en mi casa. Como siempre, habíamos estado hablando de sexo y de chicas antes de dormirnos. Ya teníamos casi 18 años y habíamos tenido novia los dos, así que hablamos de nuestras relaciones sexuales con ellas. La conversación me puso muy cachondo y cuando Fran se quedó dormido, aproveché para sacar las bragas de Vicenta y hacerme una buena paja oliendo el perfume de su coño. Después de correrme no me di cuenta y me quedé dormido desnudo y con las bragas todavía en mi mano.

A la mañana siguiente el ruido de la ducha me despertó y supuse que era mi madre la que estaba en el baño, ya que siempre se da una ducha de buena mañana. Medio dormido todavía, miré a la cama que había a mi lado y vi que Fran no estaba. La puerta de mi habitación estaba abierta y podía ver el pasillo y la puerta del baño desde mi cama. Me incorporé y tuve una gran sorpresa al ver que Fran estaba mirando a través de la puerta medio abierta del baño. Al principio me enfadé, el muy cabrón estaba espiando a mi madre mientras se duchaba. Tenía los calzoncillos bajados y estaba haciéndose una paja.

De pronto se giró y pudo ver como le estaba observando con cara de enfadado desde la cama. Alterado, se subió los calzoncillos y vino corriendo a la habitación. Yo no me podía creer lo que había hecho Fran y empecé a recriminarle.

"No me lo puedo creer, tío, que coño hacías haciéndote una paja espiando a mi madre en la ducha?".

"Lo siento tío" respondió Fran preocupado. "Déjame explicarte" continuó, y entonces empezó a explicarme que mi madre le daba mucho morbo desde pequeño y que siempre que podía la espiaba y se masturbaba viéndola.

Yo seguía enfadado, pero entonces Fran dijo:

"No sé por qué pones esa cara tío, ya te he visto cuando me he despertado, esas bragas son de mi madre y tu te has estado cascándotela oliéndolas".

Y entonces me di cuenta de que tenía las bragas de la madre de Fran todavía en mi mano y que estaba desnudo con restos de corrida por toda la cama. Se me cayó la cara de vergüenza. Fran se rió y entonces me di cuenta de que a él le ponía mi madre tanto cómo a mí la suya. Los dos nos reímos, también teníamos eso en común.

Empezamos a hablar del morbo que nos daban las mujeres maduras y rellenitas, y en especial de cómo nos ponía la madre del otro. Yo le expliqué cómo empezó mi afición por su madre y cómo conseguí sus bragas y lo que hacía con ellas. Y él empezó a contarme cómo empezó a masturbarse con mi madre.

Mi madre tiene más o menos la misma edad que la madre de Fran, aunque es bastante más guapa de cara y esta un poco más delgada. Aún así, tiene unas tetas grandes y un culo bastante grande también. Es morena con el pelo corto y suele vestir más discreta que la madre de Fran.

Una noche que Fran se quedó a dormir en mi casa, mi madre

द्वारा प्रकाशित sonidero
7 वर्षो पूर्व
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